Mundo, 13 de jul 2024 (ATB Digital).- Un 28 de febrero de 1998, hace 25 años, un estudio publicado en una de las revistas científicas del campo de la medicina más prestigiosas del mundo, The Lancet, sembró la semilla de la que posiblemente es la controversia científica y el bulo más pernicioso a los que hemos tenido que enfrentarnos durante el siglo XXI.
Como una pequeña bola de nieve lanzada desde lo alto de una montaña, el artículo, titulado Ileal-lymphoid-nodular hyperplasia, non-specific colitis, and pervasive developmental disorder in children, pronto se convertiría en una avalancha de consecuencias terribles, estableciendo la base para una nueva oleada de rechazo hacia la vacunación con consecuencias cada vez más evidentes, como el rebrote de enfermedades casi erradicadas.
En el centro de esta tormenta se encontraba el médico británico y autor principal del artículo, Andrew Wakefield, una figura controvertida y polarizadora cuyas acciones y afirmaciones, basadas en un fraude, lo han posicionado, no obstante, como una figura ilustre del movimiento antivacunas.
Procedente de una familia de clase media-alta, Andrew Wakefield nació un 3 de septiembre de 1956 en Eton, Inglaterra. Su padre era neurocirujano y su madre se desempeñaba como médico general, por lo que desde muy pequeño mostró un interés genuino por la medicina y la investigación científica, lo que le llevo estudiar la materia en la Escuela de Medicina del Hospital St. Mary (ahora el Imperial College School of Medicine) donde obtuvo su licenciatura en 1981.
Tras graduarse, Wakefield se especializaría en gastroenterología pediátrica, una rama de la medicina enfocada en los trastornos gastrointestinales en la infancia. Continuó su formación en el Royal Free Hospital de Londres y, 4 años más tarde, en 1985, sería aceptado como miembro del Royal College of Surgeons.
Fue precisamente durante su estancia en el Free Hospital que Wakefield comenzaría con la investigación sobre la posible conexión entre la vacuna triple vírica y el autismo que le catapultaría como científico, aunque el aterrizaje no llegara a ser el esperado por el autor.
Como decíamos, su estudio se publicó finalmente en 1998 en The Lancet. Este describía un nuevo síndrome llamado enterocolitis autística y planteaba la posibilidad de una relación entre los desórdenes intestinales, el autismo y la vacuna triple vírica.
Tras la publicación de su artículo, sin embargo, numerosos fueron los investigadores independientes que intentaron reproducir los hallazgos de Wakefield con el fin de confirmar la hipótesis que relaciona la vacuna triple vírica y el autismo. No obstante, todos sin éxito.
De hecho, las investigaciones al respecto parecen arrojar luz en el sentido completamente contrario, descubriendo que el estudio de Wakefield contaba con múltiples y graves fallos metodológicos o que en ocasiones simplemente había manipulado los datos, revelando, además, que había llevado a cabo pruebas invasivas y sin el rigor ético adecuado en los niños objeto del estudio.
Fuente: nationalgeographic