Por: Ociel Alí López
El liderazgo del Partido Demócrata (PD) puede dormir más tranquilo desde que logró el replanteo de una campaña electoral, que no solo tenía grandes riesgos de perder, sino que lucía descontrolada debido a las debilidades cognitivas de Joe Biden.
Biden era un escollo difícil para hacer un cambio de candidato a última hora. Sin embargo, el trueque ha sucedido, sin grandes aspavientos, gracias al apoyo de todo el establecimiento demócrata a la nueva fórmula compuesta por Kamala Harris y Tim Walz.
Los demócratas han vuelto con fuerza a enfilar todos los misiles en contra de la figura del expresidente Donald Trump, sin derrochar las armas defensivas que estaban desplegadas para proteger a un candidato desorientado.
A lo largo de la Convención se pudieron develar los flancos desde donde se atacará al aspirante republicano: haciéndolo ver como Trump “victimizado”, que se ha apalancado después del atentado fallido que sufrió hace poco más de un mes. Así, los demócratas históricos limaron sus discursos para hacerle sombra en Chicago. En ese contexto, desde los Clinton y los Obama, pasando por Nancy Pelosi, se reveló el as bajo la manga que se guardaba el partido: Tim Walz.
Los demócratas han calibrado los ataques a Trump, quien no fue calificado de ‘monstruo’, ‘loco’ o ‘criminal’ (como hasta hace pocas semanas), sino más bien como un millonario, extravagante, egocéntrico y, sobre todo, quejón y amargado, que no significa otra cosa que el pasado.
Los demócratas han vuelto con fuerza a enfilar todos los misiles en contra de la figura del expresidente Donald Trump, sin derrochar las armas defensivas que estaban desplegadas para proteger a un candidato desorientado.
Las intervenciones de los Obama fueron dardos de interpelación a las clases populares y minorías de EE.UU., siempre con la mira en Trump. Los Clinton, por su lado, mostraron los avances históricos del Partido Demócrata, en comparación con logros de empleo y vivienda de los gobiernos republicanos. Pelosi incluso aseguró que fueron los demócratas quien “salvaron” la democracia aquel 6 de enero de 2021, cuando los seguidores de Trump asaltaron el Congreso.
Pero las lanzas discursivas de Walz tuvieron un objetivo más definido, en tanto desplegó su crítica desde un enfoque rural y blanco, es decir, directo al núcleo de los votantes duros de Trump: “Son gente rara”, dijo para referirse al binomio republicano.
Walz ha resultado ser una ficha sorpresa de la nueva fórmula. Actualmente se desempeña como gobernador de Minnesota, uno de los estados claves de esta campaña; es entrenador de fútbol americano, veterano militar y se ufana de ser un buen cazador y de defender la segunda enmienda, pero con un tono humilde: “Nunca subestimen a un profesor de la escuela pública”.
La clase media estadounidense ahora pasa a ser el foco de los principales discursos demócratas, en tanto se comprende que Trump la ha sabido conquistar.
En ese sentido, el actual gobernador ofrece un enfoque diferente a la idea de libertad basada en el individualismo de los republicanos y acompaña su perfil conservador con un repertorio de medidas ‘progres’, que convocan a las clases medias cada vez más precarias. Y justo por allí se desarrolló también el discurso de Harris.
Walz ofrece un enfoque diferente a la idea de libertad basada en el individualismo de los republicanos y acompaña su perfil conservador con un repertorio de medidas ‘progres’, que convocan a las clases medias cada vez más precarias.
El segundo pilar del discurso de Harris ha sido el del aborto y la sexualidad reproductiva. En esto, la candidata y actual vicepresidenta tiene laureles que mostrar.
En 2022, en las elecciones de medio término, todo el mundo temía un deslave para los demócratas, pero Harris encabezó una cruzada en la que sumó de manera significativa el apoyo de mujeres y organizaciones feministas para luchar contra la anulación de la sentencia Roe vs. Wade (que garantizaba el derecho al aborto desde 1973), por parte de la Corte Suprema cooptada por el trumpismo.
Recordando aquella gesta, Harris puso énfasis sobre este tema, imaginando lo que significaría una gestión de Trump con la sentencia pro aborto anulada y la inmunidad que ya ha ofrecido la Corte a sus andanzas: un escenario apocalíptico para el mundo progresista estadounidense.
No obstante, quedó una fisura abierta durante la Convención: la de los delegados del movimiento “por el voto no comprometido”, solidarios con Palestina, que protestaron en las afueras del evento. En su discurso, Harris mencionó a Gaza y la necesidad de un cese al fuego, pero siempre de una manera moderada y recalcando el derecho a la defensa de Israel, lo que no genera confianza en los manifestantes.
Trump responde
Trump no tardó en responder al movimientos de fichas que se presentó en la Convención Demócrata. Horas antes del discurso de cierre de Harris, el candidato republicano reapareció en el extremo sur del país para criminalizar a los migrantes y llamar a la candidata “zar de la frontera”. También volvió a estar presente en un acto de masas, por primera vez desde el atentado.
Casi en paralelo, el comando de Robert F. Kennedy Jr., candidato independiente, abrió la posibilidad de retirarse de la carrera para apoyar a Trump. Cuando se espera una carrera cerrada, sus votos pueden ser pocos pero significativos. La postura de salida deja entrever que los republicanos todavía tienen muchas fichas que mover, y que lo están haciendo para contraatacar los nuevos movimientos demócratas.
Del mismo modo, Trump ha negado que quiera conformar equipos federales para enfrentar el aborto y se desligó del Proyecto 24, un documento hecho por republicanos donde se concreta un plan de gobierno ultraconservador.
En esta ocasión, el republicano ha elaborado un discurso mucho más centrista y moderado, con el fin de reducir los flancos que abre cuando se decide a darle rienda suelta a su incorrección política.
Así las cosas, la campaña ha tomado un giro inesperado. Los demócratas han despejado las dudas sobre un candidato racionalmente descompensado y, en su lugar, han apostado por una mujer hija de migrantes, por lo que Trump tendría una competencia mucho más resbaladiza por sus posturas misóginas y racistas.
Aunque quedan diez semanas para el evento presidencial, la campaña apenas está en ciernes después de la reestructuración demócrata, que ahora deberá demostrar si sus cálculos de última hora sirven para amilanar a un candidato que busca, con ansias, su segundo mandato.