Mundo, 4 de sep 2024 (ATB Digital).-En 1981, Marianne Bachmeier, una madre destrozada por la pérdida de su hija, tomó la justicia en sus propias manos al asesinar al hombre que había violado y matado a la pequeña. Su acto estremeció a toda una nación y dejó una huella imborrable en la historia criminal de Alemania.
El 6 de marzo de 1981, la tranquila ciudad de Lübeck, Alemania, fue escenario de uno de los actos de venganza más impactantes del país. Marianne Bachmeier, una mujer de 31 años, no podía soportar más el dolor ni las declaraciones frías y despectivas del hombre que le arrebató a su hija de tan solo siete años. Klaus Grabowski, un hombre con un oscuro pasado de abusos y crímenes, fue quien secuestró, violó y asesinó a la pequeña. Durante el juicio, Marianne, armada con una pistola escondida bajo su abrigo, decidió que ese sería su último día de espera. Ocho disparos retumbaron en la sala, acabando de inmediato con la vida del asesino.
La noticia recorrió Alemania, generando debate y divisiones. Algunos vieron en Marianne a una madre destrozada buscando justicia en un sistema que la había fallado. Otros la consideraron una criminal más, incapaz de permitir que el juicio siguiera su curso. Pero lo que es innegable es que la historia de Marianne Bachmeier trascendió las fronteras del país, convirtiéndose en un símbolo de desesperación, venganza y, para muchos, justicia.
A pesar de haber cumplido una sentencia reducida, Marianne nunca pudo dejar atrás el dolor ni las secuelas emocionales de aquel fatídico día. Murió en 1996, siendo enterrada junto a su hija, con la esperanza de encontrar la paz que tanto anhelaba.
FUENTE: Sala de redacción ATB Digital