Por: Ociel Alí López
El primer (y posiblemente único) debate presidencial entre la vicepresidenta Kamala Harris y el expresidente Donald Trump deja a Latinoamérica con más dudas que certezas sobre la forma en que la próxima administración estadounidense desarrollará sus políticas en torno a la región.
Durante la jornada, el tema de América Latina estuvo bastante ausente de manera explícita, pero presente de forma tácita. En líneas generales, el tipo de relación diplomática, financiera y política no estuvo contemplada en el duelo por ninguno de los aspirantes.
Sin alusiones directas, la región solo fue tomada en cuenta de manera tangencial, como un vecino cuando menos incómodo, que ningún candidato mencionó, pero del que ambos temen sus influjos.
Podemos considerar tres tópicos, que causan preocupación entre los latinoamericanos y que fueron debatidos de manera abierta o solapada.
Gobiernos y políticas
A diferencia de debates anteriores, donde la política estadounidense hacia los gobiernos de Cuba, Venezuela e incluso El Salvador eran considerados centrales, en esta ocasión no figuraron de manera predominante; ni siquiera Mexico, que antes estuvo en el candelero por ser clave en la cuestión migratoria.
Sin ir más lejos, en 2019 México era alusión constante en el discurso de Trump. Solo que en esta ocasión, ni siquiera hubo mención a ningún gobierno o movimiento político de la región en concreto.
Trump mencionó en par de oportunidades a Venezuela, con el fin de señalarla como el modelo a seguir por parte de su competencia, pero en ningún caso aludió a regímenes políticos ni a una diatriba abierta contra estos.
Tampoco se mencionó algún intento de integración regional o alguna estrategia para impulsar las relaciones con los gobiernos existentes. Puede inferirse, por lo contrario, una perdida de importancia en Washington sobre los vaivenes que ocurren actualmente en América Latina.
La migración
Donde América Latina fue protagonista, sin nombrarse, fue en la temática de la migración, un punto neurálgico en el discurso de Trump, que trataba de eludir cada pregunta en la que se sentía golpeado.
Al ser consultado sobre esa cuestión, la atención del republicano se concentró en Latinoamérica como una región que empujaba a migrantes hacia EE.UU. y hacía presión especialmente en el sur del país. En ese punto, Trump puso el foco para llamar a Harris “zar de la frontera”.
Aunque ya no promocionó su mentado muro con México ni atacó a este país exigiendo la inversión para construir el mismo, usó este espacio caliente para denunciar como genuflexa la política del actual gobierno.
El tema de la migración tuvo un uso netamente propagandístico, de eslogan, ya que no se propuso algún plan para frenar la migración de personas en situación administrativa irregular o alguna medida concreta para blindar la frontera.
En este tema, Trump fue radical y especialmente pintoresco, a su modo: criminalizó y estigmatizó al colectivo de migrantes, a los que no solo señaló de locos y criminales, sino que aseguró que habían sido enviados por algunos Gobiernos de la región. Del mismo modo, difundió el bulo racista que acusa a las personas migrantes, sin prueba alguna, de comerse a las mascotas de sus vecinos.
“En Springfield se están comiendo a los perros. La gente que vino se está comiendo a los gatos. Se están comiendo a las mascotas de las personas que viven allí. Y esto es lo que está pasando en nuestro país”, afirmó el expresidente.
Para el candidato republicano, la imagen de América Latina y el Caribe se reduce básicamente a la producción infinita de una migración irregular y delictiva, que comete actos asombrosos; y ya no la de pueblos “subyugados” y “pobres” que “deben ser liberados”. Ahora, bajo su óptica, las personas migrantes son una especie de andanada de criminales que invaden EE.UU. y le quitan el empleo a los sectores más pobres del país.
Esta forma de tocar el tema de la migración se ha convertido en el principal punto de relación y negociación entre EE.UU. y América Latina en la actualidad. Y parece que seguirá igual. Según lo escuchado, el arribo de Trump al poder político generaría inestabilidad porque no se sabe cómo va a actuar, ya que ha propuesto deportaciones masivas.
Lo cierto es que el expresidente radicalizó sus posturas contra los migrantes, sin ningún matiz. Por su parte, Harris prefirió no recordar su gestión en esa materia, con el financiamiento a países de Centroamérica para desestimular la salida de personas, sino que buscó juzgar a su oponente en su propio terreno.
Harris le reclamó a Trump el boicoteo a una ley que, a su juicio, “hubiera permitido juzgar organizaciones criminales trasnacionales por el tráfico de armas, personas y drogas”. Es decir, no desarrolló un enfoque contrario al de Trump, sino que circunscribió el tema de la migración a las agrupaciones criminales.
Hasta allí, tanto para la candidata demócrata como para el aspirante republicano, la población latinoamericana es un afluente principal de la migración irregular y un productor de problemas que hacen mella en la vida cotidiana de los estadounidenses.
Las remesas
Otro tema imprescindible para América Latina, quizá el más importante para la familias de extracto popular, es el tema de la generación de riqueza por parte de los migrantes que llegan a EE.UU. y la subsiguiente transferencia de remesas.
La remesa se ubica en casi toda América Latina entre los primeros ingresos de los países. Esto implica que una parte importante de las economías de la región son movidas también por el trabajo que hacen migrantes que viven y trabajan en EE.UU. y otros países.
Si bien el discurso de la vicepresidenta podría generar algún tipo de confianza o esperanza en los sectores de migrantes que están más asentados en EE.UU., hay que tomar en cuenta que Harris ha desechado un enfoque integral y también trata el tema de la migración como flagelo, lo que puede derivar en consecuencias penales y económicas hacia las personas que están en condición administrativa irregular.
De momento, la aspirante demócrata solo apunta a mejoras para quienes llevan años regularizados en EE.UU., a los que ofrece mejores condiciones de trabajo y vivienda, lo que coadyuva a que muchos migrantes se puedan ver representados.
A trazo ancho, podríamos decir que América Latina estuvo ausente del repertorio discursivo y de propuesta de los candidatos, pero muy presente en los temores que ambos se querían infundir. La imagen de la región vuelve a ser criminalizada y su cercanía es más una cuestión de amenazas que de oportunidades para un crecimiento común.