Mundo, 19 de sep 2024 (ATB Digital).- El parsec es una unidad utilizada en astronomía para expresar distancias entre estrellas y galaxias. Equivale a más de 31.000 billones de kilómetros, una magnitud que, a buen seguro, no nos entra en la cabeza. Pero que ayuda a los científicos a calcular la dimensión de determinados fenómenos cósmicos y a entender así cómo se formó, y hacia dónde va, el universo.
Uno de estos fenómenos son los jets emitidos por agujeros negros súper masivos, potentes chorros de radiación y partículas, como si de enormes géiseres galácticos se tratara. Estos jets controlan cuánto crece una galaxia, pues lanzan al espacio electrones, núcleos atómicos y campos magnéticos que crean, o previenen que surjan, a lo largo de millones de años, nuevas estrellas.
Y si un parsec es difícil de concebir, no digamos siete. Sin embargo, éste es el tamaño combinado de los dos jets gigantes que el equipo del joven Martijn Oei, astrofísico del California Institute of Technology, acaba de descubrir. El hallazgo acaba de ser publicado por la revista Nature, un hito, señala la publicación, dado que, hasta ahora, la comunidad científica dudaba que existieran chorros de este tamaño. Concretamente, se creía que este tipo de jets difícilmente podían sobrepasar los cinco mega parsecs de tamaño.
“Este tipo de descubrimientos nos ayuda a entender cómo se ha formado el universo”, explica la astrofísica Mar Mezcua, investigadora en el Instituto de Ciencias del Espacio y una de las principales expertas en agujeros negros de nuestro país. “Los agujeros negros están en el centro de las galaxias, y los que están activos y tragan materia los detectamos de dos formas. Porque vemos esa materia antes de caer, que emite una luz blanca, o porque emiten estos chorros, que se pueden extender a distancias más grandes que la galaxia”.
Aunque nos pillen muy lejos, en sentido figurado y literal, Mezcua señala que investigar los agujeros negros es importante porque “con la creación de estrellas se crean planetas y, con los planetas, potencialmente, vida”.
Este descubrimiento ha sido posible gracias al análisis por parte del equipo de Oei de las imágenes de radio del Telescopio Internacional LOFAR (ILT). El LOFAR es un telescopio compuesto por multi sensores en lugar de un único disco, y una potencia computacional que permite procesar enormes volúmenes de datos.
El Telescopio Internacional LOFAR es, a su vez, una red de estaciones de este tipo en varios países europeos – Países Bajos, Alemania, Polonia, Francia, Irlanda, Lituania, Suecia y Reino Unido- y sobre un área de más de 1.000 kilómetros cuadrados. Se trata de una instalación multi propósito, es decir, con capacidad para realizar más observaciones que los telescopios de un único disco, lo cual permite llevar a cabo varios tipos de investigación al mismo tiempo. Desde echar la vista miles de años atrás, a la llamada Era Oscura, cuando no existían estrellas ni galaxias, a sondear el universo en busca de señales de radio del espacio profundo originadas en algunas de las más fuertes explosiones que han tenido lugar en el universo. Auténticos ecos cósmicos.
Las imágenes de radio de la ILT han permitido a este grupo de científicos estudiar flujos de energía de agujeros negros en la enorme escala de los mega parsecs, y descubrir estos enormes chorros que han bautizado como Porphyrion, el nombre de uno de los Gigantes que lucharon contra los Dioses de Olimpo en la mitología griega. Los autores concluyen que la existencia de Porphyrion prueba que los jets de agujeros negros súper masivos pueden sobrevivir a inestabilidades de fluidos a lo largo de enormes distancias cósmicas.
Antes del descubrimiento de Porfirión, el sistema de chorros más grande confirmado era Alcioneo , también llamado así por un gigante de la mitología griega. Alcioneo, que fue descubierto en 2022 por el mismo equipo que encontró Porfirión, abarca el equivalente a unas 100 Vías Lácteas. A modo de comparación, los conocidos chorros de Centaurus A , el sistema de chorros más cercano a la Tierra, abarcan 10 Vías Lácteas.
“Todas las galaxias tienen un agujero negro súper masivo, de más de un millón de veces el sol, en su centro. El de la nuestra, de la Vía Láctea, se llama Sagitario A”, explica Mezcua. Conocedora de las preguntas que surgen en la mente del ciudadano medio, la astrofísica añade que “si el sol se convirtiera en una agujero negro, la materia susceptible de caer en él estaría a, como mucho, tres kilómetros. Nunca se tragaría la tierra”. Aún así, confiesa que este tipo de hallazgos le siguen provocando la misma fascinación que al resto de la población. Seguramente, tamaño parsec.
Fuente: El Mundo