La Paz, 06 dic 2024 (ATB Digital).- En pasadas horas falleció el artista Gonzalo Ribero, uno de los más eximios representantes de la plástica nacional del último siglo. Tras de sí deja una valiosa producción pictórica que evoca tanto la tradición del abstraccionismo andino de mediados del siglo XX como una corriente telurista más reciente representada por otros grandes maestros como Inés Córdova y Gustavo Medeiros.
En consecuencia, la producción de Ribero se encuentra en la médula misma de dos de los pilares fundamentales del arte boliviano, lo que asegura su trascendencia e influencia en las décadas por venir.
Nacido en Cochabamba en 1942, estudió arquitectura en la Universidad Presbiteriana Mackenzie de São Paulo, Brasil, una de las más importantes del continente. Comenzó su carrera artística a mediados de la década de 1960, exponiendo su obra en galerías y museos de diversos países y en eventos internacionales como la prestigiosa Bienal de São Paulo.
Cochabamba turismo
Para la década de 1970 había logrado posicionarse entre las figuras más importantes del panorama artístico boliviano como lo demuestran la inclusión de sus obras en diversas muestras internacionales de EEUU, Brasil, Colombia, España, Ecuador y Francia, así como su participación en eventos locales de trascendencia como la primera Bienal INBO de 1975. Hasta 2022, Ribero había logrado sumar más de 60 exposiciones individuales a su curriculum. Su obra evolucionó de un paisajismo urbano interesado en la arquitectura colonial (como se ve en su pintura “Septiembre” perteneciente a la colección del Museo Nacional de Arte) hasta un abstraccionismo de elementos constructivistas y expresionistas de gran potencia cromática y lumínica.
A través de los años, la obra de Ribero ha sido ampliamente referida por la crítica y la historiografía del arte, disciplinas que señalaron extensamente el vínculo de su obra más representativa con las culturas indígenas. En efecto, la pintura de su periodo de madurez ha sido inscrita en un tipo de abstraccionismo semifigurativo en el cual el artista trabaja tomando y recreando elementos de su entorno propio. Pero sí otros abstraccionistas bolivianos trabajaron tomando como referente el paisaje natural de la montaña, Ribero tomó inspiración en los bloques de piedra dejados por las culturas prehispánicas, así como en objetos rituales como kerus, estelas, chakanas y batanes. De este modo, como ha señalado el historiador del arte Pedro Querejazu, la obra de Ribero efectúa una “relectura arqueológica de ciudadelas, muros, apachetas, piedras rituales, altares o aras” adquiriendo así una elevada carga simbólica que no puede ser desasociada de ese sentido místico que despiertan las culturas definidas por lo telúrico.
De manera adicional a su carga conceptual, la obra del artista conserva un vínculo particular con la gestualidad de la pintura abstracta, estando determinada, según observó el crítico Armando Soriano Badani, por “el ingenioso collage, por la densidad del empaste, la intensidad luminosa del color y las animadas fusiones”. En efecto, como otros grandes artistas modernos, Rivero optó por una praxis casi experimental y lúdica en la que la combinación de materiales diversos fue hábilmente equilibrada por un modo de pintar calculado y medido probablemente derivado de su formación arquitectónica.
La personalidad de la obra de Ribero se encuentra en una visión particular y propia del entorno andino distanciada ya de los ocres y grises dominantes en la pintura de los artistas bolivianos de mediados del siglo XX. Superando estos lugares comunes, el cochabambino propuso tempranamente un abstraccionismo de una gran intensidad cromática y lumínica que parece representar las energías, que, de acuerdo a la cosmovisión indígena, emanan de las piedras y de los lugares y los objetos sagrados. Lo recuerdan así sus pinturas que parecen representar tótems pétreos a través de la combinación de volúmenes más o menos geométricos con vivos colores combinados con un fino trabajo de texturas y veladuras.
La obra de Ribero representa, en este sentido, un arte que en muchos aspectos continua las principales corrientes del arte boliviano de mediados del siglo XX, pero que, a la vez, transita hacia nuevas formas de expresión conceptuales y formales de lo andino, posicionándose como un antecedente de muchas prácticas artísticas contemporáneas.
Como resultado, Ribero se yergue como uno de los principales artistas bolivianos de nuestro tiempo, como un gran maestro a quien se adeudan todavía ulteriores homenajes y estudios.
FUENTE: OPINIÓN