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El fin del miedo y lo que los números no muestran

Por Jaime Iturri Salmón

Los números sobre caída de la popularidad de Milei se detienen en la epidermis. Pero a despecho de lo que decía el poeta francés Paul Valery, pareja de Arthur Rimbaud, en sentido de que “lo más profundo en el hombre es la piel”, muestran lo aparente, pero hay que hundir el escarpelo para llegar hasta los ríos subterráneos, frecuentemente silenciosos.

Todas las encuestas coinciden en que la figura de Javier Milei se ha visto afectada por un monstruo de tres cabezas que a su vez interdependen: el cripto escándalo, la represión a los más vulnerables (los jubilados) y la crisis de los dólares baratos.

Registran caídas que van desde los 3 puntos hasta los 10.

La crisis de la estafa de la cripto moneda a afectado a unos miles de ciudadanos del mundo en sus ahorros, pero ha causado algo mucho más profundo: ha ingresado en la psiquis de millones. Ni Javier Milei es infalible, ni es un apóstol puro. Se ha perdido la magia. Las rosas y bombones que te regalaban se han convertido en ronquidos y borracheras pendencieras.

Ahora sí, hora del escalpelo. ¿No es todo un fenómeno social que los partidos tradicionales y los sindicatos sean dejados de lado (o en la retaguardia si usted lo prefiere) y la “vanguardia” sean las hinchadas que salgan a defender a sus abuelos? En un país que tiene el fútbol en las venas la unidad de camisetas que en el diario vivir se estuvieran cargando y hasta enfrentando, dice que algo ha cambiado.

Y que el presente (y en gran medida el futuro) estuviera guiado por los más viejos es otro dato de fundamental importancia. Es como si el futuro estuviera en los viejos, en el pasado, en las luchas que nos llevaron donde estamos.

Sobrecogedores testimonios de jubilados que dicen “esto ya lo vivimos” muestra que la generación que recuperó la democracia, la que sufrió la desaparición de algunos de sus mejores cuadros no ha caducado. Milei le ha regalado un segundo aíre.

Claro, los números son vitales, pero siempre deben estar acompañados de los  medidores de movimientos tectónicos, los que miden los sismógrafos.

El 14 de febrero, inició el break point aunque la derecha no pueda verlo. No es nada nuevo, el día de la toma de la Bastilla, Luis XVI, que pronto se convertiría en el ciudadano Luis Capeto, escribió en su diario que nada extraordinario transcurría en ese día.

Para que no se nos olvide

Se pone de cuclillas para poder enfocar mejor. Delante de él hay fuego, la policía está disparando a mansalva gases, balines y chorros de agua de las cisternas. De pronto el cartucho de gas lacrimógeno impacta directamente sobre la cabeza del fotógrafo rompiéndole el cráneo. Los peritos han demostrado que no se trató ni de un rebote de la cápsula ni tampoco que está, siguiendo el protocolo debíera ser disparada en un ángulo de 45 grados para que estallara en el aire perdiendo así su potencialidad de choque.

Todo indica que se disparó directamente a la humanidad de Pablo Grillo, que quién apretó el gatillo lo hizo a sabiendas de que lo hacía a matar.

Luego vendría Patricia Bullrich a mentir descaradamente señalando que fue un cartucho que perdió el rumbo al chocar contra algún elemento sólido. Tal vez la mitómana tenga los días contados en el gabinete. Se sabe que las críticas adentro son muy fuertes.

Durante la más violenta represión desde 2001 que se produjera en Argentina hubo 672 heridos y 114 presos, la mayoría de ellos, si no todos, elegidos al azar y sin que la policía precise cargos. Todo para amedrentar no más.

Pero en el caso del fotógrafo había intención de que el disparo se convirtiera en un asesinato simbólico. Él documentaba lo que ningún régimen dictatorial quiere que se documente.

Bullrich y, claro, el Pelucas, juegan al miedo, un recurso que está en el abc de los autoritarios. Pero que busca causar temor: “… el miedo, fiel mecanismo del estrés, que altera profundamente las decisiones a corto y largo plazo, induciendo cambios plásticos en los circuitos de aprendizaje y recompensas (hipocampo. Amígdalas y corteza cingulada anterior). La toma de decisiones se ve limitada en transtornos caracterizados por matices de miedo, como la ansiedad y el stress por traumático…” (Diego Golombek),

Y sin embargo, la historia de la humanidad, y de los de abajo en particular está plagada de ese instante fecundo en que el miedo es sobrepasado. Y eso está pasando cada miércoles en el centro del poder en Buenos Aires y tiende a expandirse. 

Hay un momento en que los gases son sobrepasados. Pasó en Argentina el 2001.

Las cámaras como armas

El 90 por ciento de la policía china no usa armas de fuego. Van armados sí, pero de cámaras filmadoras. Algunas están colocadas en sus lentes. En pocos segundos la cara del sospechoso ha pasado por el reconocimiento facial y el uniformado sabe todos los antecedentes. Adiós huellas dactilares, ahora tu identidad está en el iris de tus ojos.

Y estas cámaras documentan, como en el caso de Pablo, esas cámaras denuncian, esas cámaras testifican. Y tú puedes mentir miles de veces buscando que tu mentira se haga verdad como decían los nazis, pero, lo bueno, es que no siempre funciona.

Menos aún cuando hay el registro gráfico porque este ataca directamente a las emociones. Ya lo demostró Borges: la historia de un conglomerado de gente puede estar encerrada en la historia de un solo individuo.

La imagen del cadáver de un pequeño niño migrante ahogado en el mar y depositado por las aguas sobre una playa europea nos conmueve.

La imagen de quienes podrían ser nuestros padres luchando vale por un manifiesto.

Adiós a la angelitud

Javier Milei tiene mal carácter, es un arrogante que cree estar más allá del bien y del mal y es un predicador. Sin embargo, todos eso no es nada más que parte de la máscara para su performance, para la actuación. Construyó al enemigo: “zurdos hijos de puta” y prometió un cambio radical acabando con “la casta”. En los hechos se sumó a la casta y mostró que su verdadero objetivo además de la gloria eterna y el Nobel era enriquecerse.

Hoy en las encuestas la mayoría ya no cree que sea tan honesto ni que su situación vaya a mejorar. Entre sus seguidores se ha perdido la inocencia, se ha perdido el ángel.

Es la economía, estúpido

Es casi una venganza poética que la baja del milerismo tenga que ver con aquello que el predicaba como su fuerza mayor: la economía. Una vez más comprobamos que bajar la inflación no basta. La gente quiere comer. De qué sirve ganar más si efectivamente puedes comprar menos.

La mayoría de los analistas coinciden en que el préstamo del FMI será tragado en un par de meses por el dólar barato. 

Ahora claro, siempre se puede devaluar, pero eso no favorece a los amigos del poder ni a sus viajes de compras al extranjero. Pero, además vuelve a subir la inflación. Y entonces, es otra promesa incumplida. Y eso va a afectar a la hora de los votos.

La política es ajedrez y aún quedan jugadas. El problema es que a Milei cada vez le quedan menos fichas en el tablero.

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