Mundo,16 de abr 2025 (ATB Digital).- Una reflexión urgente sobre los peligros de una inteligencia artificial que supere nuestra capacidad de control.
En una era marcada por extraordinarios avances tecnológicos, donde lo imposible se convierte en cotidiano, aflora inevitablemente una inquietud: ¿y si una inteligencia artificial futura decidiera que ya no necesita a los humanos?
La pregunta, planteada por el propio Bill Gates en su blog personal, parece sacada de una novela de ciencia ficción. Pero no lo es. Es, en cambio, un eco real que resuena con fuerza en los pasillos del poder, los laboratorios de vanguardia y los foros éticos más prestigiosos del planeta.
Razones para tener miedo
Gates, con la serenidad de quien ha navegado por más de una revolución tecnológica, no descarta el temor. Lo reconoce. Lo legitima. Y lo enmarca en un relato mayor: cada innovación disruptiva que ha transformado a la humanidad —desde los primeros automóviles hasta el nacimiento de Internet— ha traído consigo sombras nuevas.
Sin embargo, la historia nos ha enseñado que los riesgos pueden ser gestionados, que los monstruos del cambio pueden ser domesticados… si actuamos con inteligencia y previsión.
Nos encontramos, según Gates, en los primeros compases de la Edad de la Inteligencia Artificial. Un momento comparable a los inicios de la era del automóvil, cuando no existían semáforos, cinturones ni reglas de tránsito.
La IA está evolucionando a una velocidad que desafía nuestras leyes, nuestros marcos éticos e incluso nuestra imaginación. Y en ese torbellino surgen preguntas cada vez más inquietantes: ¿Qué pasará si una superinteligencia artificial desarrolla metas propias? ¿Y si esas metas entran en conflicto con las nuestras? ¿Tendremos la capacidad de detenerla?
Estas preguntas no son meras elucubraciones filosóficas. Son escenarios planteados seriamente por investigadores como Nick Bostrom, filósofo de la Universidad de Oxford, quien ha advertido sobre la posibilidad de una “explosión de inteligencia” incontrolable. Gates, sin ser catastrofista, no niega ese riesgo. De hecho, propone abordarlo del mismo modo que enfrentamos peligros nucleares: con cooperación internacional, normas claras y supervisión rigurosa.

Gates subraya que la IA no es infalible. Puede “alucinar” los datos que suministra, generar información falsa con absoluta seguridad y reflejar sesgos profundamente arraigados.
Impacto en la democracia y la ciberseguridad
En medio de este escenario incierto, uno de los focos más urgentes es el impacto de la IA en las democracias. La propagación de desinformación a través de deepfakes, las voces artificiales indistinguibles de las reales, y la manipulación de la opinión pública podrían alterar procesos electorales con una facilidad aterradora.
Gates recuerda un ejemplo ficticio pero verosímil: un video falso que muestra a un candidato robando un banco justo antes de una votación. Aunque después se desmienta, el daño ya estaría hecho. ¿Cuántos votos bastarían para cambiar el curso de una nación?
A este desafío se suma el uso de la IA en ciberseguridad. Las máquinas inteligentes no solo detectarán fallos de seguridad, también los explotarán. Criminales y gobiernos podrían entrar en una carrera armamentista digital donde las inteligencias artificiales son armas de doble filo. Gates advierte que esta competencia es inevitable, y sugiere que el mundo necesita un organismo internacional similar al OIEA (Organismo Internacional de Energía Atómica), pero enfocado en IA.
Impacto laboral
No menos relevante es el impacto laboral. La IA desplazará empleos, pero también generará nuevos. Lo importante, según Gates, no es frenar el progreso, sino acompañarlo con políticas de protección, reconversión y educación. Y aquí surge otro riesgo: la desigualdad. Si solo una élite accede a los beneficios de la IA, la brecha social podría profundizarse dramáticamente.
Además, Gates subraya que la IA no es infalible. Puede “alucinar” los datos que suministra, generar información falsa con absoluta seguridad y reflejar sesgos profundamente arraigados. Estos errores no son accidentes: son consecuencia de un entrenamiento basado en textos humanos, cargados de prejuicios y estereotipos. La solución, afirma, no es abandonar la tecnología, sino mejorarla y diversificar los equipos que la crean.
El sistema educativo también afronta un dilema: ¿cómo enseñar a escribir en un mundo donde una IA puede hacer ensayos en segundos? Algunos profesores, en lugar de prohibir su uso, lo están integrando como una herramienta más, como lo fueron en su día las calculadoras. Gates sugiere que esta podría ser una oportunidad para enseñar algo más profundo: cómo distinguir lo verdadero de lo falso, cómo ser un lector crítico y un ciudadano informado.
En definitiva, Gates no es un alarmista, pero tampoco un ingenuo. Su visión es clara: la inteligencia artificial cambiará el mundo de formas que aún no podemos comprender del todo. Y aunque algunos de esos cambios puedan parecer amenazantes, el verdadero peligro sería ignorarlos o demorarnos en actuar. El futuro no está escrito, pero lo estamos programando… ahora mismo.
Fuente: National Geograpic España