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Festival Internacional de Teatro: un modelo para armar comunidad

Festival Internacional de Teatro: un modelo para armar comunidad

La Paz, 18 de may 2025 (ATB Digital) .- El XIV Festival Internacional de Teatro de Santa Cruz consolidó su rol como el evento teatral más importante de Bolivia

El Festival Internacional de Teatro de Santa Cruz de la Sierra celebra su XIV edición, concluyendo hoy domingo y consolidándose como el evento teatral más grande de Bolivia. Con 63 funciones a cargo de 39 grupos artísticos —25 cruceños, 9 internacionales y 5 nacionales— el festival exhibe la creciente fortaleza de la producción local. Además, el encuentro expande sus fronteras a 12 de los 15 distritos de la ciudad a través del proyecto «Chiquiyú». Esta descentralización, sumada a que el 51% de los espectáculos son gratuitos, representa un esfuerzo consciente por democratizar el acceso a la cultura y construir comunidad en torno a las artes escénicas.

Al frente de esta iniciativa se encuentra Óscar Diego Leaño, director artístico del Festival y miembro del directorio de la Asociación Pro Arte y Cultura (APAC), quien ha guiado el evento a través de tiempos particularmente desafiantes. Bajo su dirección, el festival no solo ha logrado recuperarse de las cancelaciones provocadas por la pandemia, sino que ha fortalecido su propuesta artística y su impacto social, a pesar de la constante incertidumbre financiera y los obstáculos burocráticos con las instituciones gubernamentales. Como él mismo menciona, se trata de «la celebración del espíritu artístico cruceño y boliviano», una ventana al mundo y una puerta abierta para que Santa Cruz y su producción artística brillen con luz propia.

En esta entrevista exclusiva con Escape, de La Razón, Leaño reflexiona sobre los aspectos más destacados de la edición 2025, desde la resiliencia institucional hasta la belleza de la simplicidad en las propuestas artísticas. Nos introduce al concepto de «desmontajes», espacios de reflexión colectiva que permiten analizar los procesos creativos teatrales, y comparte los impresionantes números que sustentan este «modelo para armar»: más de 530 propuestas de 51 países evaluadas, 200 artistas y técnicos en escena, 50 voluntarios y una proyección de 20 mil espectadores. Todo esto mientras se mantienen precios accesibles y se busca tejer una red cultural que trascienda más allá de los diez días del festival.

¿Cuáles son las características más relevantes del festival de este año desde tu perspectiva?

Creo que el festival en general ha cumplido su misión de ser «en cada mirada, una historia». Mi percepción es que los artistas han estado muy satisfechos porque realmente han podido mostrar su trabajo y también han podido apreciar trabajos excepcionales. Hemos tenido artistas llegados desde Argentina, estuvimos también con Nexo Teatro, desde España. Me han comentado que han visto cosas que los han conmovido profundamente. Creo que ese era nuestro objetivo: hacer que la gente se encuentre de una manera diferente con el teatro.

Hay que considerar que este es un festival ya normalizado. La anterior versión fue para recuperar los espacios tras la pandemia. Ahora ya hemos podido trabajar en otros aspectos.

Evidentemente hay victorias desde mi punto de vista. Por ejemplo, hemos desarrollado el proyecto que se llama «Chiquiyú», término que significa algo que se liga, que se pega. Realmente hemos logrado cubrir gran parte del territorio de la ciudad.

Eso también es un logro, porque en versiones anteriores estábamos supeditados a la voluntad de la Alcaldía. Este año decidimos, a pesar de la incertidumbre económica e incluso administrativa —la alcaldía se compromete a hacer los pagos, pero ni siquiera nos han firmado los convenios que nos permitirían acceder a los recursos— desarrollar este proyecto ambicioso de llevar teatro a 12 de los 15 distritos de la capital cruceña.

Se ha abierto un espacio interesante de «desmontajes» dentro de las actividades paralelas, que es un espacio de reflexión colectiva sobre los procesos de montaje del teatro. Esto ha sido valioso porque nos hemos dado cuenta de que podríamos desarrollar una actividad de este tipo con todos los grupos cruceños, sin necesariamente la intermediación de alguien extranjero. Sin embargo, hay que reconocer que la articulación por parte de Carmen Márquez Montes, doctora en filología y especialista en teatro, nos ayuda a ver que es posible. Normalmente, la percepción de un desmontaje en nuestra ciudad es bastante crítica. Don Marcelo Araúz comentaba en chiste que un desmontaje significa que «el director y los actores se vayan allá porque los vamos a bombardear», porque eso es lo que solemos hacer. En cambio, en estos espacios hablamos con aprecio sobre el proyecto, tratando de valorar aquellos elementos que son realmente importantes y sustanciales.

Por ese lado, creo que también es una victoria del Festival generar este tipo de espacios. Este año han venido aproximadamente siete programadores de diferentes partes del mundo. Tenemos un representante del teatro de Italia, un teatro del pueblo en Alemania que es un festival bastante grande. Ha venido el Festival Santiago a Mil, está presente un representante de la Academia de Teatro de España. También contamos con un representante desde Miami, de una compañía productora que genera teatro latino en esa ciudad. Además, ha venido desde Córdoba, Argentina, Marcelo Castillo, un productor que ha compartido su conocimiento sobre producción teatral.

De manera rápida, considero que esas podrían ser las victorias de este festival: la consolidación, el aumento de las actividades paralelas y la posibilidad de expandirse territorialmente a más zonas de la ciudad.

¿Podrías explicar un poco, para aquellas personas que no son tan entendidas en el tema del teatro, en qué consiste el desmontaje y cuál es su relevancia?

Cuando vas a ver teatro como público normal, te encuentras con un producto final. Tú ves lo que sucede en escena y ahí está. Pero ese producto está compuesto de un montón de diferentes lenguajes, sumamente complejos, que están tejidos dentro de la puesta en escena.

La trama de la obra nos cuenta una historia, pero tenemos una serie de hilos que se intersectan con esta trama y componen el tejido del teatro. Cuando hablamos de un desmontaje, hablamos de poder reconocer cuáles son esos hilos que van construyendo, junto con la trama, la puesta en escena.

Me refiero a las luces, al trabajo de interpretación de actores, al manejo del sonido, a los colores de escenografía, a la construcción de utilería. En un desmontaje, analizamos cómo ha encarado el grupo y el director el proceso, cómo cada uno de los actores ha asumido ser parte de este proyecto. El director tenía una idea que ha querido plasmar, pero se ha tenido que nutrir de estos otros lenguajes y del trabajo con diferentes actores, lo que genera otro tejido.

Cuando hacemos un desmontaje es como si pusiéramos la obra a contraluz para ver cómo está tejida. Puedes hacerlo de manera malintencionada y destruir ese tejido, o puedes hacerlo de manera afectuosa y descubrir cómo se ha ido poniendo cada puntada dentro de ese hermoso tejido.

Esto permite meditar sobre los procesos de cada una de las personas involucradas y comprender sus decisiones. Hay elementos que verás en el teatro y quizás no entiendas el porqué, qué estaba pensando el creador. A través del desmontaje puedes decir «ah, con razón».

Sabemos que el teatro debe explicarse por sí solo, pero a veces es hermoso darse cuenta de que hay detalles tan significativos colocados dentro del tejido que enriquecen enormemente la obra.

¿Cuánta gente se ha involucrado este año en el Festival Internacional de Teatro?

Empezaré por el principio. Realizamos una convocatoria a la que se presentaron 530 diferentes grupos de 51 países. A partir de esto, realizamos un trabajo cuidadoso que relaciona la curaduría del Festival con nuestra propia capacidad técnica. No podemos traer, por ejemplo, un grupo alemán que necesite un escenario de dimensiones que no podemos proporcionar o que requiera equipamiento técnico que no tenemos disponible.

Se hace una selección de aquellas obras que son técnicamente viables y que mantienen un alto nivel de calidad. De este proceso resultaron 39 grupos de teatro elegidos. De estos 39, tenemos 9 grupos internacionales, 5 grupos nacionales, 2 coproducciones y el resto son grupos de Santa Cruz de la Sierra.

En lo que respecta a la organización, la primera etapa la gestiono junto con el directorio de APAC, que somos 10 personas. En el proceso de ejecución propiamente dicho, la parte administrativa de la oficina involucra a 36 personas. Ya en la ejecución efectiva, contamos con aproximadamente 200 personas entre artistas, escénicos y técnicos de teatro que vienen de los diferentes grupos, además de una plantilla de voluntarios de unas 50 personas que están distribuidas en los diferentes espacios que utilizamos. Esperamos poder sobrepasar los 20 mil espectadores. Estos son, a grandes rasgos, los números del festival.

¿Cómo ubicas este Festival 2025 dentro de la trayectoria histórica del evento?

Creo que siempre estamos en crisis, pero pienso que hemos pasado una etapa de crisis muy profunda. Después de la pandemia ha sido muy difícil recuperarse, no solamente para el Festival, ya que tuvimos que cancelar dos ediciones, tanto el de música barroca como el de teatro.

La pandemia afectó muchísimo a los creadores y técnicos. Nosotros vivimos de la presencialidad; el elemento fundamental del teatro es el convivio con el público, y durante la pandemia no existió eso. Claro, inventamos múltiples fórmulas, porque la gente de teatro es sumamente creativa y terminamos haciendo teatro hasta por Zoom. Pero lo cierto es que en términos económicos fue un golpe muy grande, el teatro se descapitalizó.

Durante estos últimos años, después de la pandemia, el Festival anterior fue un intento de reactivar el teatro, y este año por fin podemos decir que la maquinaria está avanzando. Ya ha habido más producción nacional, mucha más producción local cruceña, porque se están empezando a movilizar el interés de la gente por volver a los espacios presenciales. No sabemos qué va a pasar con el país, pero seguramente de alguna forma nos afectará porque seguimos en una situación frágil.

Resumiendo, continuamos en el proceso de recuperación del Festival, buscando que se establezca y que tome un rol más importante dentro de Bolivia. Creo que podemos afirmar que Santa Cruz tiene el Festival de Teatro más grande de Bolivia. Sin intención de menospreciar al Festival de Teatro de La Paz, sabemos que este último ha tenido dificultades por la falta de lealtad de las instancias gubernamentales.

Afortunadamente, nosotros ni siquiera consideramos el apoyo de las instancias nacionales en lo que respecta a financiamiento; el Ministerio de Educación y Cultura no participa en nuestro Festival. Aunque sí dependemos de las instancias locales, regionales, la gobernación y la alcaldía, por suerte no dependemos de la voluntad de los órganos nacionales ni directamente de sus recursos, lo que nos da cierta independencia.

Entonces puedo afirmar que el Festival Internacional de Teatro de Santa Cruz de la Sierra actualmente es el evento teatral más importante de Bolivia, sin ánimo de entrar en competencias con el Festival de Teatro de La Paz. Espero que siga creciendo, que continúe vivo, y que la Asociación Pro Arte y Cultura siga generando los recursos y el respaldo para que podamos crecer más.

Si tuvieras que quedarte con unas cinco ideas, fuerzas o conclusiones de esta edición del Festival de Teatro, ¿qué se te viene a la mente?

Creo que hay una belleza en lo simple, que es una de las cosas que he observado en la curaduría. Hay obras complejas, como la de Chile, por ejemplo, que tiene una escenografía costosa. Pero siento que lo poderoso de este festival ha estado en las obras que tienen un planteamiento muy simple porque están basadas en el texto, en la interpretación, en la palabra. Creo que «simpleza» sería una de las palabras clave.

La segunda sería «construcción colectiva». Este año el voluntariado de la Asociación Pro Arte y Cultura cumple 25 años trabajando. Tenemos un grupo de voluntarios que siempre están en las salas ayudando a que la gente entre, distribuyendo los programas, solicitando que se apaguen los celulares… todas estas pequeñas cosas que parecen irrelevantes, pero son tremendamente importantes en el momento del acto escénico.

La tercera sería «resiliencia», porque al final el festival vive en la incertidumbre de que las buenas voluntades se coordinen. Y aclaro que no me refiero solo a las buenas voluntades de las instituciones privadas que siempre nos apoyan, sino también del sector público. Estamos realizando el festival con todas las ganas, pero sin saber si la Alcaldía realmente tendrá la intención de cumplir con los pagos después. Podría ocurrir que nos digan que, al no haberse firmado el convenio, no nos corresponde el apoyo comprometido, como ha sucedido anteriormente. Y a pesar de no tener los recursos, y de no saber qué ocurrirá, APAC y el festival son instituciones resilientes.

La cuarta palabra sería «diversidad». Al hacer la selección de las obras, lo que particularmente se ha buscado es que todos encuentren algo que les llegue profundamente. Lo que se busca en la programación es que sea interesante para todos los públicos.

Y la última palabra sería «accesible». Es notable que, a pesar de la situación económica, con el alza del dólar y los problemas en la economía nacional, nosotros mantenemos precios accesibles: 50 bolivianos para espectáculos nacionales y 60 bolivianos para espectáculos internacionales. Además, si eres artista de cualquier área, tienes acceso a entradas a mitad de precio, entre 25 y 30 bolivianos. El 51% de nuestras obras son completamente gratuitas, así que creo que es muy accesible para la gente, y eso también es muy valioso.

Fuente: La Razón

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