La Paz, 23 de may 2025 (ATB Digital) .- En lo más remoto del universo, donde la luz viaja más de once mil millones de años antes de llegar a nosotros, se libra una batalla titánica. Dos galaxias cargan una contra la otra a velocidades de vértigo —más de 500 km por segundo—, chocando y retrocediendo una y otra vez en un ciclo de colisión y repliegue.
Pero esta contienda no es equitativa. Una de ellas ha desenvainado un arma desleal: un quásar, esa brillante y devastadora fuente de energía nacida del corazón de un agujero negro supermasivo.
El estudio, publicado en la revista Nature, presenta este encuentro como “la justa cósmica”, según lo describe el astrofísico Pasquier Noterdaeme, del Instituto de Astrofísica de París y del Laboratorio Franco-Chileno de Astronomía.
Mientras las dos galaxias se funden en una danza violenta, el quásar de una de ellas atraviesa a su compañera con una lanza de radiación tan intensa que altera su estructura interna y frena su capacidad para crear nuevas estrellas.
Cuando el universo era joven
Los quásares, núcleos luminosos de galaxias distantes alimentados por agujeros negros insaciables, fueron mucho más comunes durante la infancia del universo.
Para observar estas reliquias del pasado, los astrónomos deben asomarse a las profundidades del tiempo, y eso es precisamente lo que han hecho con los poderosos instrumentos del Observatorio Europeo Austral: el telescopio VLT y el radiotelescopio ALMA, ambos emplazados en el desierto de Atacama, Chile. La luz de esta escena de batalla cósmica ha viajado desde una era en la que el universo tenía solo el 18% de su edad actual.
Pero lo verdaderamente innovador de esta observación no es solo la violencia del encuentro, sino su efecto tangible: por primera vez, los científicos han detectado cómo la radiación de un quásar interfiere directamente con las nubes de gas de una galaxia aparentemente común.
“Solo quedan los núcleos más densos y pequeños, probablemente incapaces de generar nuevas estrellas”, explica Sergei Balashev, coautor del estudio e investigador del Instituto Ioffe en San Petersburgo.
Este proceso convierte a la galaxia afectada en una víctima estéril, privada de sus viveros estelares. Pero al mismo tiempo, el agresor también se transforma.
Como sugiere Balashev, estos encuentros canalizan grandes cantidades de gas hacia el centro galáctico, alimentando aún más al agujero negro y dándole al quásar la capacidad de prolongar su ofensiva. La retroalimentación se convierte en una espiral de destrucción y renacimiento: una galaxia se agota mientras la otra potencia su núcleo hasta volverse más letal.
Esta investigación fue posible gracias a la sinergia entre ALMA —que permitió distinguir claramente las dos galaxias, indistinguibles en observaciones anteriores— y el instrumento X-shooter del VLT, que analizó cómo el brillo del quásar atraviesa la materia de la galaxia víctima. Este enfoque dio a los científicos una radiografía precisa del daño ocasionado por la radiación.
A medida que la tecnología astronómica avanza, se abre una puerta hacia el estudio más profundo de estos enfrentamientos cósmicos. El futuro Telescopio Extremadamente Grande (ELT, por sus siglas en inglés) del ESO promete desentrañar aún más misterios sobre cómo los quásares y las fusiones galácticas moldean el destino de sus anfitrionas y de sus vecinas.
Fuente: National Geographic