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Cristales del tiempo: una novedosa fase de la materia que desafía una de las leyes fundamentales del universo

Mundo, 30 de may 2025 (ATB Digital) .- En el año 2012, un físico llamado Frank Wilczek, al que quizás conozcas por su premio Nobel, propuso una idea que a muchos les pareció irreal: ¿y si existiera un tipo de material que no sólo se organiza en el espacio como un cristal tradicional, sino también en el tiempo? Es decir, algo así como un objeto que repite su estructura molecular no solo al mirar alrededor, sino también al mirar hacia delante en el reloj. En otras palabras, un patrón que se repite una y otra vez, sin que haga falta empujarlo o alimentarlo con energía.

Durante muchos años, la comunidad científica tachó el planteamiento de Wilczek como idea imposible. Sin embargo, en 2016, alguien lo logró, convirtiendo a los cristales del tiempo en algo mucho más que una simple teoría. Pero, ¿qué son exactamente? ¿Cómo funcionan? Y, sobre todo, ¿por qué rompen una de las reglas más sagradas de la física?

LOS CRISTALES DEL TIEMPO
Todos hemos visto un cristal alguna vez: la sal, el azúcar, el cuarzo… Todos ellos son ejemplos. Lo que define a un cristal es que sus átomos están organizados en un patrón que se repite en el espacio, tal y como si se tratase de una especie de arquitectura invisible y perfecta. En cambio, un cristal del tiempo es diferente: su estructura no se repite solo en el espacio, sino también en el tiempo. Es decir, los átomos de un cristal se reorganizan de forma periódica, tal y como si bailaran en bucle una y otra vez.

Pero lo más alucinante de todo, es que ese movimiento ocurre sin que nadie lo impulse. En el mundo normal, absolutamente cualquier cosa que se mueva necesita energía. Un péndulo, un columpio, un coche… Todos ellos necesitan una fuente que los ponga y mantenga en marcha. Sin embargo, los cristales del tiempo se mueven sin consumir energía, tal y como si fuese una consecuencia natural de existir.

ROMPIENDO LAS REGLAS DEL UNIVERSO
En física, hay algo que se llama simetría de traslación temporal, y no es ni más ni menos que una forma elegante de decir que las leyes del universo son iguales hoy, ayer, mañana y dentro de mil años. Es como si se tratase de una de las grandes certezas de la ciencia: la naturaleza no cambia las reglas a mitad de partido. Sin embargo, los cristales del tiempo parece que rompen esa simetría, ya que su comportamiento no es el mismo en todo momento. Se repite cada cierto intervalo, sí, pero cambia al fin y al cabo.

Y eso, que se dice tan pronto, en términos científicos es algo increíble. Es como si de repente encontrásemos un lugar donde la gravedad no se comportase igual que en el resto del universo. Pero todavía más impresionante es que abre una nueva puerta de estudio: los cristales del tiempo parece que poseen una simetría muy distinta, algo como un reloj interno que marca su propio compás.

Ni siquiera violan las leyes de la termodinámica. De hecho, funcionan gracias a una propiedad llamada no equilibrio, lo que significa que no están en reposo ni estables, como la mayoría de las cosas. En cambio, están en un delicado vaivén mantenido por interacciones cuánticas –no os vamos a mentir– muy complejas.

UN FUTURO SORPRENDENTE
Pero crear un cristal del tiempo no es algo tan simple como agitar una varita mágica. Requiere de condiciones cuánticas muy específicas, generalmente logradas por campos electromagnéticos o qubits dentro de computadoras cuánticas. Concretamente, uno de los primeros experimentos exitosos fue realizado por Google en 2021 usando su computadora cuántica “Sycamore”, donde observaron un patrón temporal que se repetía sin perder energía durante muchos ciclos.

Y, aunque todavía estamos en las primeras etapas, todo apunta a que los cristales del tiempo podrían tener aplicaciones futuristas sorprendentes. Por ejemplo, podrían servir para mejorar la estabilidad de computadoras cuánticas, las cuales son increíblemente sensibles al más mínimo ruido. También podrían ayudar a diseñar relojes ultraprecisos, estudiar nuevas fases de la materia o, incluso, explorar aspectos aún desconocidos de la mecánica cuántica.

Fuente: National Geographic

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