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Asteria y el auge de la IA transparente en el cine: ética, arte y tecnología en equilibrio

Mundo, 7 junio 2025 (ATB Digital).- Hollywood está atravesando una etapa de transformación profunda. La producción de películas ha disminuido, las audiencias son más volátiles y los presupuestos más ajustados. Frente a este panorama, la inteligencia artificial (IA) se ha convertido en una herramienta que muchos ven como tabla de salvación. Lo curioso no es que se use, sino cómo se está usando. Mientras muchos estudios optan por integrar esta tecnología en silencio, hay quienes apuestan por la transparencia total. Ese es el caso de Asteria Film.

IA en la industria del cine: ¿una aliada o una amenaza?

Desde la escritura de guiones hasta los efectos especiales, pasando por la creación de actores digitales o el rejuvenecimiento de celebridades, la IA ya forma parte del engranaje de muchas producciones. Su promesa de reducir tiempos y costes seduce a los estudios, pero al mismo tiempo despierta temores sobre la pérdida de empleos creativos y la erosión del valor artístico.

El uso de modelos generativos entrenados con contenido disponible en internet ha encendido alarmas legales y éticas. Muchas de estas herramientas han sido alimentadas con obras protegidas por derechos de autor, sin el consentimiento de sus creadores. El resultado: una oleada de demandas judiciales y negociaciones sindicales para garantizar la protección de escritores y actores.

El modelo de Asteria: transparencia como bandera

En medio de este contexto, Asteria Film —fundada por Bryn Mooser y Natasha Lyonne— ha decidido recorrer un camino diferente. Su propuesta no solo se basa en la tecnología, sino en una filosofía centrada en la comunidad artística. Su modelo de IA, llamado Marey, ha sido desarrollado junto a la empresa Moonvalley y se ha entrenado exclusivamente con material licenciado. Es decir, solo se han utilizado obras cuyos derechos han sido legalmente adquiridos, y los creadores reciben una compensación.

Este enfoque apunta directamente al corazón del debate sobre la IA generativa en la cultura: el respeto a los derechos de autor y la retribución justa a quienes generan contenido original. Marey no es un modelo genérico; es una herramienta construida desde y para el ecosistema creativo, evitando las zonas grises legales que tantos dolores de cabeza están generando en la industria.

Una IA que potencia, no reemplaza

Lo más interesante del sistema Marey es cómo se utiliza. Los animadores, por ejemplo, pueden cargar sus propios dibujos, y la IA se encarga de tareas complejas como animar los movimientos o generar fondos, todo sin alterar el estilo visual del artista. Es como contar con un equipo de asistentes digitales que permiten acelerar el proceso sin renunciar a la identidad del autor.

Este tipo de integración tecnológica tiene un gran potencial en entornos donde el tiempo y el presupuesto son limitados. Al igual que un procesador de texto no sustituye a un escritor pero le ahorra trabajo mecánico, la IA de Asteria pretende facilitar las labores más repetitivas, para que el talento humano pueda concentrarse en lo verdaderamente creativo.

El equilibrio entre innovación y protección de derechos

Uno de los mayores logros de Asteria no es técnico, sino filosófico. Han entendido que el verdadero futuro de la IA en el cine no se construye solo con algoritmos potentes, sino con relaciones de confianza. Por eso, su propuesta ha sido bien recibida por muchos creadores que, aunque recelosos de esta tecnología, encuentran en Marey una alternativa ética y viable.

Otros ejemplos, como Runway —una empresa pionera en herramientas de IA para producción audiovisual— también muestran que el sector está dispuesto a experimentar. Pero la diferencia de Asteria radica en su modelo de desarrollo colaborativo y legalmente robusto, lo que la posiciona como un referente en un momento de incertidumbre.

Un futuro con IA… y con artistas

La industria del entretenimiento no puede ignorar el papel creciente de la IA. Lo que sí puede —y debe— hacer es decidir cómo se usará. El caso de Asteria demuestra que es posible integrar tecnología sin atropellar los derechos de los creadores, y que una herramienta bien diseñada puede ser una aliada de la imaginación, no su enemiga.

Con cada vez más estudios independientes explorando nuevas formas de narrar historias y más artistas abiertos a colaborar con sistemas inteligentes, la clave será mantener siempre al ser humano en el centro del proceso. Porque, al final del día, ninguna máquina puede reemplazar la emoción genuina que transmite una historia bien contada.

Fuente: Whatsnew.com

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