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El aire contaminado daña nuestro ADN y dispara el cáncer de pulmón en no fumadores: “Es un problema mundial urgente y creciente”

Mundo, 3 julio 2025 (ATB Digital).— El aire que respiramos ya no es solo un medio para la vida: en muchas ciudades, se ha convertido en una amenaza persistente, sigilosa y letal. El cáncer de pulmón —tradicionalmente vinculado al tabaquismo— está mostrando un inquietante giro: una cuarta parte de los diagnósticos ocurre en personas que nunca han encendido un cigarro.

¿La causa? Una investigación internacional liderada por científicos del CNIO (Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas) y publicada en Nature apunta directamente al cielo turbio sobre nuestras cabezas. No se trata solo de respirar aire sucio: estamos inhalando agentes capaces de dañar directamente nuestro ADN.

Este trabajo pionero analizó tumores de 871 pacientes no fumadores repartidos en 28 regiones de cuatro continentes. A través del estudio completo de sus genomas, los investigadores encontraron firmas mutacionales —huellas moleculares de exposiciones pasadas— que vinculan de forma contundente la contaminación atmosférica con alteraciones genéticas específicas que impulsan el desarrollo del cáncer de pulmón.

Las mutaciones más frecuentes coinciden con aquellas causadas por el tabaco, incluso en personas que jamás fumaron.

Una escalada de errores

¿Cómo logra la contaminación alterar nuestro código genético? Las partículas en suspensión, especialmente las denominadas PM2.5 (de menos de 2,5 micras de diámetro), penetran profundamente en los pulmones y alcanzan las células con precisión quirúrgica.

Una vez allí, desencadenan una cascada de daños: desde la ruptura de cadenas de ADN hasta la activación de procesos inflamatorios crónicos que crean el microambiente ideal para el desarrollo tumoral. Además, el estudio detectó mutaciones en genes cruciales como EGFR y KRAS, fundamentales en la génesis de muchos tipos de cáncer.

El impacto no se detiene ahí. Los telómeros —esas tapas protectoras al final de nuestros cromosomas que garantizan la estabilidad genética— se ven acortados en personas expuestas a altos niveles de contaminación. Este envejecimiento celular acelerado multiplica los errores genéticos y, por tanto, las probabilidades de que una célula mutada escape a los mecanismos de control del cuerpo.

En paralelo, también se observan alteraciones epigenéticas: cambios en la expresión de genes sin modificar la secuencia del ADN, una especie de “reprogramación” maliciosa causada por el entorno.

Según explica Maria Teresa Landi, del Instituto Nacional del Cáncer (NCI) de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) estadounidenses, y coautora del estudio, “Es un problema mundial urgente y creciente. La mayoría de los estudios anteriores sobre cáncer de pulmón no diferencian entre los datos de fumadores y de no fumadores, lo que ha limitado la identificación de factores de riesgo en estos pacientes. Nuestro estudio recopila datos de no fumadores de todo el mundo, y utiliza la genómica para rastrear qué exposiciones podrían estar causando estos cánceres”.

Asia oriental: el lugar más peligroso

A nivel global, el panorama es desigual y preocupante. El estudio revela que el cáncer de pulmón en no fumadores es más prevalente en mujeres de Asia oriental, una región donde la calidad del aire alcanza niveles alarmantes.

La mutación TP53, uno de los impulsores más comunes del cáncer, fue significativamente más frecuente en personas de zonas con alta polución. Incluso se identificó la huella del ácido aristolóquico —un carcinógeno presente en hierbas medicinales tradicionales— en pacientes de Taiwán. Este hallazgo sugiere que, además del aire, otras exposiciones ambientales están contribuyendo al riesgo.

Una firma desconocida

El hallazgo más desconcertante del estudio es, quizás, el descubrimiento de una firma mutacional totalmente desconocida, presente en una gran parte de los cánceres analizados pero sin causa identificada. No se relaciona ni con el tabaco, ni con la contaminación, ni con ninguna otra exposición conocida. Este misterio sugiere que aún hay factores invisibles moldeando silenciosamente la biología del cáncer.

Los investigadores, lejos de cerrar el caso, ampliarán ahora su trabajo a América Latina, Oriente Medio y nuevas regiones de África. También han puesto el foco sobre nuevas prácticas de consumo inhalado, como el uso de marihuana y cigarrillos electrónicos, especialmente entre jóvenes.

Paralelamente, se abren nuevas líneas de investigación sobre otras amenazas ambientales como el radón y el amianto, con un objetivo claro: entender mejor cómo el entorno influye en nuestro genoma y, en última instancia, en nuestra salud.

No es sólo el humo del cigarrillo el que mata. El aire que nos rodea —ese que compartimos todos, día tras día— puede estar escribiendo mutaciones invisibles en nuestras células. Lo más revelador de esta investigación es que nuestra biología responde activamente a lo que respiramos, en un proceso que ya no puede considerarse silencioso. Comprenderlo y actuar es un imperativo urgente: porque no podemos dejar que el aliento de nuestras ciudades se convierta en un susurro mortal sobre nuestros genes.

Fuente: National Geographics España

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