Mundo, 21 de jul 2025 (ATB Digital) .- La vejez llega para todos, pero la rapidez con la que lo hace (y el estado de salud en el que se llega a ella) puede variar drásticamente. Una investigación pionera facilita más que nunca la determinación de la velocidad a la que envejece el cerebro, y demuestra que tener un cerebro “viejo” aumenta el riesgo de muerte en un sorprendente 182% a lo largo de unos 15 años en comparación con las personas en los que ese órgano envejece con normalidad.
En el primero de dos estudios recientes, científicos de la Universidad de Stanford descubrieron que las personas con órganos biológicamente más jóvenes presentaban un riesgo significativamente menor de desarrollar enfermedades en comparación con las que tenían órganos más viejos. Esto era especialmente cierto en el caso del cerebro: además de aumentar el riesgo de muerte, tener un cerebro más viejo multiplicaba por tres el riesgo de demencia.
El equipo de investigación de Stanford hizo estos descubrimientos utilizando un análisis de sangre basado en biomarcadores proteínicos, que les ayudó a estimar la edad biológica de órganos específicos del cuerpo, una medida que, a diferencia de la edad cronológica, capta el verdadero estado de los órganos.
En un estudio complementario, investigadores de la Universidad de Duke y de la Universidad de Otago (Nueva Zelanda) demuestran que una sola resonancia magnética (tecnología ya habitual en los hospitales) puede utilizarse para predecir el envejecimiento biológico del cerebro con una precisión sorprendente.
Juntos, estos estudios podrían revolucionar el modo en que científicos y médicos predicen y previenen las enfermedades crónicas mucho antes de que aparezcan.
“En lugar de tratar cada enfermedad una a una después de que la gente las contraiga, queremos enfocar la medicina de una forma completamente distinta e intervenir cuando la gente aún es joven y antes de que se hayan desarrollado las enfermedades relacionadas con la edad”, detalla Terrie Moffitt, coautora del estudio Duke/Otago y profesora de psicología y neurociencia en la Facultad de Medicina de la Universidad de Duke.
Edad biológica frente a edad cronológica
Hace tiempo que los científicos distinguen entre edad cronológica (el número de años que uno lleva vivo) y edad biológica. Incluso los demás notamos la diferencia en las reuniones del instituto: un antiguo compañero se entrena para su cuarto triatlón, mientras que otro tiene dolores de cadera y problemas de memoria.
Ayuda a diferenciar entre edad biológica y cronológica pensar en la lectura del cuentakilómetros de un coche frente al año en que se fabricó. “Aunque muchas personas conduzcan coches fabricados en 2010, algunas han recorrido muchos más kilómetros que otras”, ejemplifica Ahmad Hariri, profesor de psicología y neurociencia de la Universidad de Duke y autor principal del estudio Duke/Otago.
Y al igual que las piezas de un coche se desgastan de forma diferente, lo mismo ocurre con los distintos órganos del cuerpo. “La edad biológica indica la salud y el estado de un órgano reflejando su funcionamiento, su deterioro y la probabilidad de que desarrolle enfermedades”, explica Tony Wyss-Coray, catedrático de neurología y autor principal del estudio de Stanford. La piel, por ejemplo, puede ser biológicamente más joven que la edad cronológica, mientras que el corazón podría envejecer más deprisa.
Cómo afecta la edad biológica a la salud
Una de las principales ventajas de un reloj del envejecimiento bien diseñado es que revela por qué algunos órganos envejecen más rápido y cómo mantenerlos jóvenes puede aumentar la longevidad y la calidad de vida.
Por ejemplo, el estudio de Stanford, publicado el 9 de julio en Nature Medicine, evaluó el envejecimiento biológico de 11 sistemas de órganos principales (incluidos el cerebro, el corazón y los riñones) y muestra vínculos claros entre la edad biológica y los resultados de salud. En concreto, los órganos más viejos predecían enfermedades, mientras que los biológicamente más jóvenes eran protectores.
Para llegar a estas conclusiones, Wyss-Coray y su equipo analizaron más de 3000 proteínas en muestras de sangre de más de 45 000 humanos. Utilizando el aprendizaje automático, desarrollaron un algoritmo con los datos para estimar la edad biológica de cada sistema de órganos, todo ello a partir de una única muestra de sangre.
Cada “reloj de órgano”, como los llama Wyss-Coray, muestra la edad de un órgano en comparación con la edad cronológica de una persona. “Lo fascinante de nuestra investigación es que las personas con órganos más viejos tenían más probabilidades de desarrollar enfermedades en ellos”, explica.
Por ejemplo, los datos sobre las proteínas sanguíneas mostraron que un corazón anormalmente envejecido predecía un mayor riesgo de fibrilación auricular e insuficiencia cardiaca; los pulmones envejecidos estaban relacionados con un mayor riesgo de EPOC.
Por su parte, un cerebro envejecido aumentaba drásticamente la probabilidad de demencia de la persona. De hecho, una persona con un cerebro biológicamente viejo tenía aproximadamente 12 veces más probabilidades de desarrollar Alzheimer en la siguiente década que sus homólogos con cerebros biológicamente jóvenes.
Por el contrario, los cerebros y corazones biológicamente más jóvenes estaban relacionados con una mayor longevidad. Lo más llamativo del estudio es que tener ese órgano “joven” reduce el riesgo de muerte hasta en un 40%.
Aunque el estudio tenía sus limitaciones (una cohorte principalmente blanca y un panel de proteínas limitado), demuestra que los niveles de proteínas, a diferencia de los datos genéticos, pueden cambiar con el tiempo.
Esto abre la puerta a intervenciones médicas más personalizadas. Si los médicos pueden determinar qué órganos envejecen con rapidez, tal vez puedan ralentizar (o incluso invertir) ese deterioro con un tratamiento específico.
Fuente: National Geographic