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Neoliberalismo en Bolivia: cuando las cifras contradicen el discurso

Por: Néstor Huanca Chura, Exministro de Desarrollo Productivo y Economía Plural

El cuento de hadas que nunca llegó

Durante dos décadas (1985–2005), Bolivia vivió una etapa profundamente marcada por políticas neoliberales que prometían modernizar la economía, atraer inversión extranjera y generar desarrollo. Vendieron la ilusión de que el capital extranjero llovería sobre Bolivia, que las empresas estatales en manos privadas serían más eficientes, y que el crecimiento “gotearía” hacia los pobres. Sin embargo, los resultados reales contrastan con ese discurso: bajo crecimiento económico, bajos niveles de inversión extranjera directa (IED), salarios desiguales a favor pequeños grupos de poder político que se enriquecieron a costa del Estado, aumento del déficit fiscal y mayor desigualdad. Las cifras no mienten: los gobiernos neoliberales no han sido la solución para Bolivia.

Cuando la inversión no transforma: IED marginal pese a las privatizaciones y supuesta capitalización

La apertura del mercado, la privatización o capitalización de empresas públicas y la supuesta “desregulación” buscaban atraer capitales externos. Sin embargo, durante el periodo 1985–2005, la Inversión Extranjera Directa (IED) bruta en Bolivia promedió apenas 410 millones de dólares anual, en una región que movía cerca de 25.000 millones de dólares anual. El caso del gobierno de Jaime Paz (1989-1993) es patético: con una IED bruta en promedio de 81 millones de dólares anual mientras, Chile recibía 5.000 millones de dólares anuales, nos conformábamos con $us 81 millones anual que representó una participación del 0,3% en Sudamérica. Bolivia quedó rezagada, sin impacto transformador en su matriz productiva. En cambio, entre 2006 y 2023 —sin privatizaciones ni capitalizaciones— la IED se triplicó, alcanzando 1.063 millones de dólares anuales en promedio y en los últimos 3 años (2021-2023) alcanzo a 915 millones de dólares promedio. La evidencia es clara: la lógica privatizadora no generó mayor interés ni confianza internacional.

¿Dónde estuvo la falla? La política neoliberal no garantizó, ni infraestructura, ni un entorno competitivo real. Las privatizaciones y capitalizaciones no vinieron acompañadas de transferencia tecnológica, empleo digno ni desarrollo industrial.

Crecimiento Económico: La mediocridad como política

Los tecnócratas de corbata fina hoy candidatos repetían: “Con libre mercado creceremos como tigres de Asia”. La realidad fue otra:

Bolivia alcanzó un promedio anual de crecimiento económico del 3% entre 1985 y 2005.  Sin embargo, este crecimiento fue a menudo frágil y vulnerable. Un ejemplo claro es el año 2001, bajo la presidencia de Jorge Quiroga, cuando el crecimiento económico fue de apenas 1,7%, una de las tasas más bajas de la Comunidad Andina en ese momento. Países como Ecuador y Venezuela, en el mismo año, lograron crecimientos del 4% y 3,4% respectivamente. En contraste, desde 2006 hasta 2023, Bolivia ha experimentado un crecimiento económico promedio anual del 3,8%, e incluso en los últimos cuatro años (2021-2024), el promedio se mantuvo en 3,4% a pesar del escenario internacional e interno complejo.  Estos datos sugieren que las políticas implementadas en el periodo post-neoliberal lograron un desempeño macroeconómico más robusto y consistente

La doble moral salarial: Austeridad para el pueblo, opulencia para los grupos privilegiados

Mientras el salario mínimo nacional promedio entre 1986 y 2005 fue de Bs 221 mes, los presidentes ganaban un promedio de Bs 20.655 mensuales, es decir, 93 veces el salario mínimo de un trabajador. En un país con altos niveles de pobreza, esta diferencia muestra una clara desconexión entre la élite política y el pueblo. Políticos como Gonzalo Sánchez de Lozada y Jorge Quiroga cobraban Bs 29.900 mensuales sin contar los gastos de representación, gastos reservados y otras concesiones financieras para altas autoridades (plus), mientras el salario mínimo para el trabajador era de apenas Bs 430; esos años

Déficit público crónico: ¿promesa incumplida?

Uno de los argumentos recurrentes contra el Modelo económico vigente, es el riesgo de un déficit público. Sin embargo, los gobiernos neoliberales en Bolivia tampoco lograron resolver este problema fundamental. Entre 2001 y 2004, durante las presidencias de Jorge Quiroga, Gonzalo Sánchez de Lozada y Carlos de Mesa, los ingresos acumulados del Gobierno Boliviano (SPNFC) fueron de 69.761 millones de bolivianos, mientras que los egresos alcanzaron los 87.206 millones de bolivianos. Esto resultó en un déficit de 17.445 millones de bolivianos, equivalente a un 25,01% de déficit en relación a los ingresos.

Las políticas neoliberales no resolvieron el déficit público y, al priorizar la austeridad, limitaron la inversión social, exacerbando la pobreza, el Estado siguió gastando más de lo que recaudaba. Lo que sí cambió fue el sentido del gasto: recortes en áreas sociales, no existieron bonos y aumento de salarios para altos funcionarios y ejecutivos de entidades públicas.

Privatizar no fue sinónimo de desarrollo

Los exministros y exgerentes que hoy se jactan de haber triplicado las utilidades de empresas como FANCESA, PIL, GUABIRÁ o EL PUENTE bajo gestión privada, callan que esas mismas empresas ya contaban con demanda estable, infraestructura instalada y posicionamiento estratégico. ¿Por qué no lograron esos resultados cuando eran servidores públicos? Porque no actuaron como tales. Renunciaron al deber de optimizar lo público para que el Estado gane, y optaron por entregar el control a privados que simplemente se aprovecharon de lo ya construido. Celebran cifras como gestores externos, cuando debieron generar resultados como funcionarios estatales. No es mérito empresarial, es señal de que el aparato público fue intencionalmente debilitado. La privatización no fue modernización: fue la confesión tácita de que los servidores olvidaron servir al interés nacional. Porque nunca se trató de desarrollo para todos, sino de negocios para unos pocos.

Bolivia necesita construir una política pública que vaya más allá del dogma. No se trata de retornar a un Estado omnipresente ni de entregarlo todo al mercado, sino de consolidar instituciones eficaces, soberanas y productivas que respondan a su realidad territorial y social. Se necesita empresarios privados patriotas que inviertas sus recursos generados por su propio esfuerzo y apuestan por el desarrollo del país.

El neoliberalismo prometió eficiencia, pero entregó desigualdad, déficit y dependencia. La solución para Bolivia no está en repetir fórmulas que no se ajustan a la realidad del pueblo boliviano, sino de complementar y fortalecer el modelo de la economía plural impulsando alianzas estratégicas público y privadas que respondan con inteligencia a los desafíos del siglo XXI.

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