Mundo, 4 de septiembre 2025 (ATB Digital).- Apenas 3 meses después de que diera comienzo la Primera Guerra Mundial, en octubre de 1914, Marie Curie, que entonces contaba con 47 años, y su hija, Irène Joliot-Curie, de 17, se subieron a un camión. En la parte de detrás descansaba un voluminoso artefacto que podía ayudar a los médicos y soldados que se encontraban en el frente. Las primeras unidades de la flotilla de equipos móviles de rayos X, llamadas “Petit Curies”, estaba lista.
El descubrimiento de los rayos X se había producido unos años atrás por otro ganador del Nobel: Wilhelm Röntgen. Tras su hallazgo, mientras experimentaba con materiales capaces de bloquear estos rayos, Röntgen realizó, de forma accidental, la primera radiografía al permitir que los rayos atravesaran su propio cuerpo. Posteriormente repitió el experimento con la mano de su esposa, que se horrorizó comentando que “había visto su propia muerte”. Finalmente, la imagen que ha trascendido como la primera radiografía tiene el honor de ser de su compañero y amigo Albert von Kölliker en 1895.
Gracias a los rayos X, los médicos podían observar con detenimiento lo que ocurre en el interior de las personas y detectar posibles fracturas óseas u objetos que pudieran tener alojados en su interior. Este tipo de heridas son muy frecuentes en batalla por el terreno accidentado, las balas y la metralla, por lo que contar con máquinas de rayos X suponía una gran ventaja a la hora de curar a los soldados.
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De hecho, apenas unos meses después de su descubrimiento, en marzo de 1896, la academia Kaiser Wilhelm de Berlin realiza la primera radiografía de una herida militar, y confirmó la utilidad de esta tecnología para tratar las heridas de bala de los combatientes.
Pero los rayos X no estaban ahí para todos
El mayor inconveniente es que los aparatos de rayos X necesitan de una fuente de electricidad para poder funcionar. Por ello, únicamente se utilizaban en los hospitales más modernos de la época, que la mayoría de ocasiones se encontraban muy alejados de la primera línea de batalla. Por ello en muchas ocasiones los médicos de campaña pedían el traslado de los pacientes que, debido a la severidad de las heridas no tratadas correctamente, o a los restos de metralla, morían durante el trayecto.
Así pues, Curie, tras asegurar el futuro de las investigaciones con radio que estaba realizando, se embarcó en la construcción de máquinas de rayos X portátiles en agosto de 1914. Según explica Timothy J. Jorgensen, director del grado universitario de física de la salud de la Universidad de Georgetown, el dinero necesario para la construcción provino de la Union des femmes de France. Con ese dinero, pudo diseñar y construir una dinamo con la que transformar el movimiento del motor de un vehículo en electricidad para el tubo catódico del que emergían los rayos X.
Con el invento listo, pidió a las clases altas que le cediesen vehículos. En octubre contaba ya con dos camiones equipados, y condujo personalmente uno de ellos a un hospital situado cerca de Creil, solo 30 kilómetros tras el frente de batalla. Acompañándola, su hija (y futuro premio Nobel) Irène.
Crear la máquina es sólo un paso
Al final de la guerra había 20 de estos vehículos con máquinas de rayos X salvando vidas en distintos hospitales de campaña. Según los iba construyendo iba realizando pequeñas mejoras, como la adición de una cámara oscura para poder revelar las radiografías, o la adopción de nuevas tecnologías, como el uso del papel fotográfico. Este papel, desarrollado por Charles Vaillant, permitió sustituir el frágil cristal por un material que, además era mucho más ligero.
Pero una de las cuestiones clave es que, para que las máquinas de rayos X funcionen, requieren de personal que sepa utilizarlas. Por ello, cuando volvían a l’Institut du radium de Paris, tanto Curie como su hija comenzaron la formación de en torno a 180 mujeres especialistas en tomar radiografías para que operaran las Petit Curie (nombre que les daría Eve Curie, su otra hija, en una biografía publicada en 1938).
Ahora bien, si nos ponemos 100 % exquisitos, técnicamente no se trata de un invento, puesto que existen documentos que datan la creación de unidades móviles de rayos X en 1905. Curie mejoró los diseños y aumentó el número de unidades. Pero no sólo eso, se estima que Curie y el equipo que juntó fabricaron y enviaron a otros hospitales cerca de 200 máquinas de rayos X por las que pasaron en torno a 1 200 000 soldados heridos, así como otras personas con otras dolencias, durante la guerra. En la actualidad, hay máquinas de rayos X en la mayoría de los hospitales y, tanto en tiempos de guerra como en tiempos de paz, cumplen su función de ayudar a los médicos a curar a los pacientes.
Fuente: National Geographic