Mundo, 03 de oct 2025 (ATB Digital) .– Desde tiempos inmemoriales, en las noches oscuras donde la ciencia se mezcla con la superstición, se han divisado pequeñas llamas que flotan sobre ciénagas y cementerios. Algunos aseguraban que eran huesos danzantes, otros, las almas errantes de niños perdidos.
A estas luces erráticas y espectrales se las conoce como fuegos fatuos, y aunque la ciencia ha intentado explicar su origen, el misterio ha persistido… hasta ahora. Una nueva investigación reciente apunta a un mecanismo insospechado: diminutas explosiones eléctricas, generadas por burbujas microscópicas, podrían ser responsables de encender estos efímeros resplandores.
Durante años, la hipótesis más aceptada afirmaba que el metano, liberado por la descomposición de materia orgánica en pantanos, era el combustible de estos fuegos. Sin embargo, algo faltaba en esa ecuación: ¿cómo se encendía este gas sin una fuente evidente de ignición?
Richard Zare, químico de la Universidad de Stanford, y su equipo creen haber hallado la respuesta en un fenómeno que recuerda a una tormenta eléctrica en miniatura.
El experimento
En su laboratorio, Zare diseñó un experimento singular: una boquilla sumergida que liberaba microburbujas de aire y metano en el agua. Con la ayuda de cámaras de alta velocidad, los investigadores observaron minúsculos destellos de luz que se producían cuando las burbujas colisionaban. El hallazgo crucial fue que incluso sin metano, las descargas aparecían, lo que sugiere que estas no se deben a una combustión espontánea, sino a una separación de cargas eléctricas en las superficies de las burbujas.
Este mecanismo, que genera campos eléctricos intensos en distancias minúsculas, puede provocar “microrrelámpagos”, capaces de desencadenar reacciones químicas. Cuando se añadió metano a la mezcla, la intensidad de la luz aumentó y se detectó luz ultravioleta asociada a la formación de formaldehído, un subproducto clásico de la combustión del metano.
Para algunos científicos, como James Anderson, químico de la Universidad de Harvard, el descubrimiento marca “un paso fascinante” hacia la comprensión de cómo pueden iniciarse reacciones químicas en ambientes insospechados. Y no solo eso: estas reacciones inducidas por burbujas podrían haber sido fundamentales para los primeros pasos de la vida en la Tierra.
¿El primer aliento de la vida?
Por ejemplo, ya se está usando esta técnica para llevar a cabo miles de reacciones químicas simultáneas, en busca de nuevas rutas de síntesis para compuestos complejos. Además, Zare han demostrado que estas microburbujas pueden unir aminoácidos para formar péptidos y combinar ácidos nucleicos para formar polinucleótidos, es decir, los bloques fundamentales de la vida.
Zare plantea una hipótesis aún más audaz: que estos microrrelámpagos burbujeantes podrían haber sustituido la necesidad de los grandes rayos atmosféricos, como los invocados en el famoso experimento de Miller-Urey. Dado que las burbujas estaban por doquier en la Tierra primitiva, podrían haber sido el catalizador silencioso de la química prebiótica.
Sin embargo, como las propias llamas titilantes que inspiraron estas investigaciones, la idea aún permanece flotando entre la ciencia y la posibilidad. Los fuegos fatuos, esos fantasmas brillantes del folclore, podrían no ser manifestaciones del más allá, sino testigos de procesos eléctricos minúsculos que aún hoy nos cuesta ver… pero que podrían haber sido el primer aliento de la vida.
Fuente: National Geographic