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Un ojo artificial que «ve» sin electricidad: así funciona la lente blanda y autónoma creada en Georgia Tech

Mundo, 26 de oct 2025 (ATB Digital) .- El Instituto Tecnológico de Georgia (Georgia Tech) ha desarrollado un ojo artificial ultrapotente que enfoca automáticamente sin necesidad de ninguna fuente de energía externa. Este dispositivo representa un cambio de paradigma en el campo de la robótica blanda y la visión artificial, al funcionar únicamente con la energía de la luz. Su funcionamiento autónomo sin componentes eléctricos abre la puerta a sistemas ópticos más ligeros, flexibles y sostenibles.

El corazón de esta tecnología es una lente blanda fabricada con hidrogel inteligente, un material que reacciona ante estímulos externos, en este caso, la luz. Este hidrogel está compuesto por una red de polímeros combinada con diminutas partículas de óxido de grafeno, que tienen la capacidad de absorber energía lumínica y convertirla en calor. Esa transformación es lo que permite que la lente cambie su curvatura y enfoque de forma automática.

Cómo funciona este ojo robótico

Cuando la luz incide sobre la lente, el óxido de grafeno capta esa energía y genera calor. El hidrogel responde a ese calor contrayéndose o expandiéndose, según la intensidad de la iluminación. Este cambio físico altera la curvatura de la lente, permitiendo que el sistema enfoque distintos objetos sin intervención humana ni electrónica. Y lo más interesante: al cesar la luz, el hidrogel recupera su forma original, devolviendo la lente a su estado inicial.

En la práctica, este mecanismo reproduce el comportamiento del ojo humano, que ajusta su enfoque en función de la distancia y las condiciones de luz. Pero lo hace sin electricidad, sin sensores rígidos ni circuitos. Esto permite imaginar aplicaciones en escenarios donde la autonomía energética sea esencial, como en entornos extremos o sistemas portátiles.

Un hito para la robótica blanda

Este desarrollo se inscribe dentro de la robótica blanda, un área de la ingeniería que busca construir dispositivos inspirados en los organismos vivos, alejándose de los materiales rígidos tradicionales. En palabras de Corey Zheng, autor principal del proyecto, los robots blandos deben ser más autónomos y sostenibles, y eso incluye repensar cómo perciben su entorno.

Durante las pruebas de laboratorio, esta lente artificial demostró una capacidad de enfoque microscópica, siendo capaz de distinguir detalles tan pequeños como los pelos de una pata de hormiga o las estructuras internas de un grano de polen. Según los investigadores, su resolución óptica supera incluso la de algunos microscopios convencionales.

Aplicaciones más allá de la visión robótica

El potencial de este avance va más allá del campo de la robótica. Los científicos de Georgia Tech aseguran que esta tecnología podría sustituir a las tradicionales lentes de vidrio en microscopios ópticos. La gran ventaja es su capacidad para funcionar de forma completamente autónoma, sin electricidad, lo que permitiría su uso en áreas remotas o en dispositivos médicos portátiles.

En biomedicina, podría facilitar el desarrollo de sensores autosuficientes que se activen con la luz natural del entorno, sin necesidad de baterías. En la exploración ambiental, permitiría crear dispositivos que capturen imágenes de alta resolución en zonas inaccesibles, sin depender de infraestructura eléctrica.

Actualmente, el equipo trabaja en integrar esta lente dentro de un sistema de válvulas microfluídicas fabricadas con el mismo tipo de hidrogel. La idea es que la luz no solo sirva para enfocar, sino también para accionar mecanismos internos. Esto convertiría el ojo artificial en un sistema óptico integral, completamente autónomo, en el que la luz sería tanto la fuente de energía como el estímulo de control.

Inspiración en la naturaleza

Otra línea de investigación abierta es la posibilidad de emular estructuras visuales presentes en animales con habilidades sensoriales superiores a las humanas. Por ejemplo, el equipo menciona la posibilidad de imitar el ojo vertical de los gatos, que les permite tener una percepción de profundidad única, o la retina en forma de «W» de las sepias, capaz de detectar contrastes de color que el ojo humano no percibe.

Gracias a la flexibilidad del hidrogel y su capacidad de respuesta a estímulos lumínicos, los investigadores creen que pueden programar comportamientos ópticos complejos. Esto podría dar lugar a cámaras o sensores visuales que se adapten dinámicamente al entorno, como si fueran parte de un organismo vivo.

Tecnología sin cables, más cerca de lo orgánico

Uno de los aspectos más fascinantes de este proyecto es cómo se aleja de la concepción tradicional de los sistemas tecnológicos. Aquí no hay cables, ni chips, ni motores eléctricos. En su lugar, encontramos materiales que responden directamente a su entorno, como lo haría una planta al inclinarse hacia la luz del sol o como nuestros ojos al ajustarse automáticamente al pasar de un lugar oscuro a uno iluminado.

Este tipo de enfoque acerca la ingeniería a lo biológico, y permite imaginar un futuro en el que los dispositivos tecnológicos no se integren al entorno a través de la imposición mecánica, sino a través de una interacción natural, suave y eficiente.

Fuente: wwwhatsnew.com

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