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No le digas

No le digas

*JAIME ITURRI SALMÓN ES PERIODISTA

Lo confieso
desde el principio: Jaime Sáenz me gusta pero estoy lejos de ser un fanático.
Me molesta sí que muchos de sus admiradores crean que el asunto es darle a la
botella con más fe que a las letras. Pero allá ellos. En todo caso Sáenz es una
parte de La Paz, de la noche, de la muerte y, como diría Mario Benedetti, otras
sorpresas.

 Y es el autor de Felipe Delgado, ese paseo por
las oscuridades de la ciudad que un día se llamó “La Paz de Ayacucho”. De ahí
saldría la letra de la más hermosa cueca boliviana con música de Willy Claure y
del Jechu Durán. No le digas se llama y este título ha dado lugar a la
escenificación teatral de parte de la obra del poeta de la mano del magistral
David Mondaca y Claudia Andrade.

Como hace
miles de años con tantas y tantas obras, gracias al teatro el universo cultural
paceño y boliviano ha podido conocer  al
autor de La noche. El mundo entero es un escenario decía William Shakespeare y
esta obra debería hasta ser representada en los colegios.

Pero,
claro, a veces habitamos el país del oscurantismo. Y entonces tenía que suceder
que una sobrina de Sáenz negara su “permiso” para que la obra siguiera
representándose. Increíble. Uno imaginaba que de lo que se trataba era de
honrar la obra del tío que murió a mediados de los ochenta. Pero, la ignorancia
hace lo suyo y la pariente determinó que era preferible que el legado
desapareciera.

No sé si lo
hizo por ambición o por pura bruta no más. Pero, el daño ya está hecho.

Tanta
mezquindad me recuerda a ciertos imprenteros que no quisieron que algún libro
de autores que publicaban figurase dentro de la colección de las más
representativas obras de escritores bolivianos. En vano, cuando lo correcto es
pensar que cuando más se publica mayor mercado se abre.

En fin.
Menos mal que, todavía, no nos prohíben pedir que si te encuentras con la Ninfa
no le digas que he llorado.

Pero como
la estupidez es más contagiosa que el COVID-19 cualquier día, cualquier
día.  No en vano el movimientista
Guillermo Bedregal decía que la más peligrosa de las enfermedades era la
cojudez porque no tiene cura. Sino pregúntenles a los que quieren hacer parir a
una niña de 11 años en nombre de la religión. Por Dios, es verdad, no tienen
cura, aun que por ahí abunden los curas. 
(Jaime Iturri Salmón es periodista)

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