Buenos Aires, 31 de octubre (ATB Digital).- “Volveremos y seremos millones”, prometió Evo Morales en medio de la noche de la historia de Bolivia, cuando la derecha tomó el poder con un golpe de Estado, y tanto él como su vicepresidente, Alvaro García Linera, tuvieron que exiliarse con sus vidas en riesgo. Un año exactamente más tarde, contra todos los pronósticos racionales y tal como se lo habían dictado sus sueños, el líder boliviano regresaba a su país, con el MAS nuevamente en el gobierno luego de elecciones democráticas.
Seremos millones se llama la película que partió de la idea de contar ese regreso épico, pero que terminó siendo un impactante fresco de la historia de Bolivia, desde la invasión hasta la inédita etapa del gobierno de Morales, con sus cambios radicales.
“Hoy están muy de moda las biopics, las historias de vida en el cine y las series, y de alguna manera esta película roza ese género. Pero no es una biopic, porque toda la historia de Evo está siempre contada en función de ese proceso político”, advierten los directores en diálogo con Página/12. “No nos interesó buscar detalles de su vida personal, pero sí investigamos mucho en su formación política y sindical. Y ahí encontramos a un líder de ideas tan simples como potentes. En cada momento él encuentra un eje sobre el cual pararse, que interpela a la mayoría; es alguien que sabe leer el contexto y transmitir ideas. Termina siendo una película que habla de lo valioso de la unidad, de cuánto puede hacer un pueblo cuando aparece alguien que ordena esas ideas y marca un rumbo. De cómo se puede cambiar la historia”, definen.
“Los realizadores han hecho un proceso de trabajo muy largo, muy intenso y muy riguroso en la investigación. Estamos orgullosos y felices de que al fin llegue el momento del encuentro con el público, y en un marco tan prestigioso como el Festival de Mar del Plata”, expresa Víctor Santa María, coordinador del grupo Octubre. “Es una película que narra de un modo muy impactante, y con una música maravillosa, la gesta del pueblo boliviano para recuperar la democracia”, observa.
La película suma material de archivo revelador, tanto del golpe y los dramáticos momentos de la partida de Evo y García Linera al exilio -en sí misma, toda una película real aparte en el aeropuerto de Chimoré-, como de los tiempos de juventud de Evo, su militancia sindical y su construcción política. Una bellísima fotografía, una música que contagia ritmo, imágenes de la épica caravana del regreso y entrevistas exclusivas, que los realizadores recuerdan con una emoción que llega a las lágrimas.
Caravana y mucho más
Todo comenzó como la necesidad de filmar un momento que se preveía histórico: el regreso de Evo Morales a Bolivia, exactamente un año después de que fuera obligado por la dictadura de Jeanine Añez a partir al exilio. Aquella “caravana del reencuentro” terminó siendo, efectivamente, épica, desde que comenzó con Alberto Fernández despidiendo al líder boliviano en La Quiaca. Y a partir de allí, actos en distintas localidades -incluida Orinoca, el pequeño pueblo natal de Evo, y el Salar de Uyuni, para resaltar la importancia estratégica del litio-, más de 1000 kilómetros recorridos desde la puna a la selva y conmovedoras muestras de cariño del pueblo boliviano a lo largo de todo el trayecto. El final fue también histórico: un millón de personas reunidas en el aeropuerto de Chimoré, de donde Morales y Alvaro García Linera partieron con sus vidas en riesgo, con Luis Arce ya electo presidente por el MAS. Pero la película terminó contando eso, y mucho más.
“Teníamos la oportunidad de subir con Evo al Hércules que partió de El Palomar hasta Jujuy, nuestro relato comenzaba allí, con Alberto Fernández despidiéndolo, Evo cruzando la frontera de regreso, hasta en el gran acto de Chimoré. Iba a ser una suerte de road movie que contara ese viaje”, cuenta Briata. “A medida que fuimos conociendo más la historia, empezamos a encontrar que toda la historia de Evo era épica y se parecía mucho más a las películas fantásticas de grandes héroes que salen de un pueblo y cambian la historia, que a un relato de cine político. Tanto Evo como Alvaro construyen todo el tiempo momentos simbólicos muy potentes, y nos nutrimos de eso en la película”, suma Vivacqua.
“Cuando nos juntamos con Paulo Soria, el guionista, nos dimos cuenta de que siempre nos teníamos que remontar un poquito más atrás para contar cada cosa: el golpe, Evo presidente, Evo dirigente sindicalista… Como una semiosis ilimitada hacia el pasado. Finalmente nos dimos cuenta de que esa historia se remontaba al colonialismo y el extractivismo español. Así que empezamos a pensarlo desde ahí, como un relato con un antagonista que tenía mil rostros a lo largo de los años, pero que siempre era el mismo, y con las mismas intenciones”, completa Briata.
Todos los participantes de la película son, además de destacados profesionales en el cine, la fotografía, la producción y comunicación, militantes populares. Acompañaron a Evo y García Linera en su exilio argentino, participando de la campaña del MAS. Vivacqua es uno de los que viajó a Bolivia en este marco, y desatada la pandemia terminó quedándose medio año allí, regresando luego varias veces. La película es, de alguna manera, el resultado de este compromiso conjunto con el proceso de recuperación de la democracia en Bolivia; una profunda conexión entre el arte y la política.
“Hay mucho amor, mucha convicción, y mucha generosidad de muchos compañeros que aportaron mucho, además de la gran producción de Grupo Octubre. Alianzas, las embajadas, los exiliados bolivianos en Argentina…”, repasa la productora María Eugenia Ferrer. “Salimos a rodaje en el mes que recrudeció de manera radical la pandemia, salimos sin saber si podríamos volver. Si la caravana fue épica, también la producción y realización lo fueron”, sonríe.
“La película tiene una función pedagógica pero no pedagogizante, lo artístico está en primer plano”, reflexiona Fernanda Ruiz, coordinadora de producción. “Y eso está sustentado en la sensibilidad de todo el equipo que hizo la película, y también en la perseverante investigación y lectura que hicieron fundamentelmante Santiago y Paulo Soria, por eso tiene esa arquitectura tan sólida”, acota. Y destaca la dimensión colectiva que se evidencia en la cantidad de nombres que aparecen en la ficha técnica. “No hubiera sido posible sin lo colectivo. Creo que en ese sentido brindamos homenaje al pueblo cuya historia relatamos, que no hubiera recuperado la democracia sin esa fuerza”, concluye.
Cuestión de liderazgo
Los cineastas reconstruyen pasajes del viaje, como cuando la caravana tuvo que desviarse por los cortes que la derecha boliviana había desplegado en la ruta trazada, y la camioneta de Evo, literalmente, se perdió. “En un momento el camino dejó de ser camino y se transformó en una huella. Luego dejó de ser una huella y se convirtió en un cauce de un río seco”, recuerda Briata. Y junto a eso, dos cosas que lo impactaron. “La primera, es que a pesar de que estábamos perdidos y no seguíamos un camino oficial, la gente salía a recibir a Evo, se veían comunidades enteras a los costados del camino. Y era imposible comunicarse, porque ni siquiera había señal de celular. ¿Cómo sabían, cómo estaban ahí?”, se pregunta. Una mujer campesina da una respuesta en la película: “Salimos porque todos salimos a recibir al hermano Evo. Salimos porque tenemos que salir”.
La otra impresión que se guarda ocurrió cuando en un momento de la huella la camioneta para, ya con poco combustible y habiendo caído en la cuenta de que tal vez estaban llegando a ningún lado. “Los conductores se bajaron a discutir qué hacer, y en ese momento de desconcierto aparece Evo y se pone a dibujar en el piso, con una piedra. Un mapa probablemente imaginario, porque no había ninguna referencia cartográfica. Todos se quedan mirando y él dice: estamos acá, y hay que ir acá, tomando por acá. Ahí se ordenó todo. Nunca voy a saber si ese mapa fue real, pero sí fue catalizador de esperanza en el momento de incertidumbre. Necesitábamos que un líder nos dijera qué hacer, y fue Evo, y nos convenció. Salimos, ¡y llegamos!”, se ríe recordando la anécdota.
“Hay algo que fuimos descubriendo en Evo en cada paso que dábamos para atrás en el recorrido histórico de la peli. Y es eso de ser constante en sus propuestas y coherente en su línea de pensamiento”, reflexiona Ruiz. “Siempre íbamos encontrando una línea coherente que nos iba invitando a ver hasta dónde llegábamos en el proceso político de Boliva”.
Lo ancestral
Hay en la película, de diversas maneras, marcas que remiten a la cultura andina, a su dimensión mítica y ancestral. “Ya cuando llegamos a Jujuy se empezó a percibir una enorme gratitud con Evo. Pero cuando cruzamos a Villazón, y nos encontramos con ese recibimiento tremendo y carnavalesco, fue impactante, fue una explosión. Era lo ancestral puesto en acto: Evo pisó Bolivia y le hicieron una cura ancestral, en una carpita. Estaba reunido todo el pueblo de Villazón alrededor de una carpa, haciendo una ceremonia, sacándole a Evo todos sus fantasmas y sus males, para que pueda volver fortalecido. Para nosotros fue entender de un sopapo que el conocimiento ancestral tiene absolutamente todo que ver con el proceso político que Evo lideró”, repasan.
Simple y extraordinario
El equipo de filmación volvió varias veces a Bolivia luego de aquella caravana, tanto para hacer entrevistas y filmar lugares y paisajes, como para realizar la investigación periodística que llevó meses de intenso trabajo y un despliegue particular. Ferrer recuerda la entrevista que le hicieron a Morales en su casa natal de Orinoca. “En esa casa de adobe, en el medio de la nada y del clima más hostil, lo teníamos a Evo, que fue especialmente porque se entusiasmó con el proyecto, contando que cuando era chico su familia decidió mudarse de ahí porque no tenían para comer, y ya como presidente nacionalizó los hidrocarburos. Fue caer en la cuenta de que estábamos realmente ante un hombre simple que hace cosas extraordinarias. Tomar contacto con esos orígenes fue muy revelador, y eso lo mostramos en la película”.
Tomado de Página 12