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¿Por qué mienten los humanos?

¿Por qué mienten los humanos?

Mundo, 3 mar 2023 (ATB Digital). – Aunque en algunos momentos evitar la verdad puede resultar aceptable y hasta incluso “decente”, en otros puede ser evidencia de una patología. Cómo cambian las mentiras a lo largo de la vida

“El perro se comió la tarea” o “yo no tomé el juguete”, son mentiras comunes en la niñez. Es que, en los chicos, la mentira indica algo muy importante: desarrollo cognitivo, siendo que esta “estrategia” alcanza su punto cúlmine en la adolescencia. Ahora, cuando los mentirosos son adultos, es harina de otro costal. Incluso, es frecuente pensar en algunas profesiones como dignas de personas con estos comportamientos, pero qué tan común es evitar la verdad.

Existen cientos de historias a lo largo y ancho del planeta, algunas con aspectos más verídicos que las otras. Sin embargo, lejos de algunas creencias, los humanos no somos “tan mentirosos”, salvo algunas excepciones. Según una encuesta difundida por Gallup el 10 de enero, que fue advertida en un artículo de la revista Newsweek, “menos del 25% de los encuestados consideró que las personas que trabajan como vendedores de coches, son abogados, agentes inmobiliarios o periodistas califican alto o muy alto en cuanto a honestidad y estándares éticos”. En contraposición, el 62% indicó que los miembros del Congreso se posicionaban en un nivel bajo o muy bajo en este ranking.

Más allá de estos porcentajes, diversos estudios científicos advirtieron que no es “tan” común mentir. Más allá de algunas personas que son mentirosos patológicos, y que son un pequeño número, en general los humanos son “bastante” honestos. Incluso, su necesidad de decir la verdad (o al menos no mentir) es más fuerte. En especial porque la raza humana es crédula, según indica la ciencia.

Mentir mucho, poquito o nada

Según los expertos, la mentira está íntimamente relacionada con la edad. Mientras que en los niños es un signo de madurez cognitiva en aumento. Y a medida que van creciendo, crecen las mentiras hasta llegar su punto cúlmine en la adolescencia. En la adultez, en cambio, no decir la verdad se relaciona con otros aspectos un poco más altruistas.

Para Victoria Talwar, profesora de psicología del desarrollo en la Universidad McGill y autora de “La verdad sobre la mentira: enseñar honestidad a los niños de todas las edades y etapas” (APA LifeTools, 2022), “mentir alcanza su punto máximo en la adolescencia y luego decae a lo largo de la edad adulta y la vejez”, aunque en algunos momentos son esperables: “En las negociaciones comerciales, las exageraciones e incluso las mentiras descaradas son tan comunes que cualquier persona que compra una casa sin antes inspeccionarla se considera un tonto”, advierten los expertos desde dicha publicación.

En ese sentido, la especialista resaltó, en diálogo con dicha publicación, que cuando se trata de niños preescolares, la forma en la que mienten no es muy convincente y, a fin de cuentas, buscan salir de un problema sin involucrar a otro. Ahora, cuando llegan a la primaria, éstas se vuelven más complejas y su objetivo es elevar su reputación. Según indicó, la compra de algún objeto deseado, la realización de un viaje o hasta la adquisición de una mascota exótica pueden ser mentiras muy elegidas por estos niños.

“Mentir en niños muy pequeños es en realidad un signo de desarrollo cognitivo”, recalcó a su turno Kang Lee, profesor de psicología del desarrollo en la Universidad de Toronto, un experto que ha estudiado los engaño en niños y adultos durante 30 años. En ese sentido, afirmó que “la mayoría de los niños de dos años son muy honestos” y que solo un “25% miente cuando los evaluamos en nuestros estudios”.

“A los tres años, alrededor del 50 por ciento miente. A los cuatro años, alrededor del 80 por ciento miente. Cuando llegan a la escuela primaria, casi todos mienten en mis estudios”, continuó Lee. La razón de que la mentira sea “positiva” en los niños pequeños radica en la posibilidad de que alcancen un autocontrol cognitivo que les permita “suprimir la verdad y la comprensión de algo simple, pero profundo: que lo que saben puede ser diferente de lo que saben los demás”.

Para poder explicar de forma contundente esta situación, Lee se refirió a la “lectura de la mente”. “Resulta que los niños que mienten a una edad temprana tienen mejores habilidades para leer la mente y mejor autocontrol que los que no mienten y eso es muy sorprendente. Siempre pensamos que los niños que mienten carecen de carácter moral, que tienen un coeficiente intelectual más bajo y que deben ser peores en todo. En cambio, parece que mentir es un comportamiento normativo del desarrollo”, destacó el experto.

De todas formas, el experto resaltó que, tras analizar a 10,000 niños, los pequeños mienten relativamente rara vez (fuera de sus experimentos) y que, generalmente, lo realizan para ser educados. “Aunque mienten para salir del problema, no mienten para meter a otros en problemas”, detalló. Ahora, ¿existe un momento en que es aceptable mentir? O ¿hay algún instante en que es necesario y hasta apropiado hacerlo?

Más allá de los aspectos extremos, como mentir para salvarle la vida a alguien, hay algunas mentiras que son más “aceptables”. “Muchos de nuestros dilemas éticos más difíciles implican equilibrar la honestidad con la benevolencia”, explicó en diálogo con Newsweek Emma Levine, profesora asociada de ciencias del comportamiento en la Escuela de Negocios Booth de la Universidad de Chicago.

En ese sentido, la experta afirmó que “la mayoría de la gente piensa que las mentiras que evitan daños y perjuicios innecesarios son éticas. Cuando la verdad causaría un daño emocional inmediato y la persona no puede hacer nada al respecto, la mayoría de la gente piensa que mentir sería ético”. Un ejemplo, según Levine, es cuando en una pareja la mujer la pregunta al cómo se ve. “Si ya saliste a cenar, la mayoría de la gente piensa que es ético mentir y decir que te encanta”, afirmó y agregó que si esta misma consulta tiene lugar en la casa, donde puede cambiarse, se puede apelar a la verdad de forma amable: “Siempre te ves hermosa para mí, pero ese otro vestido se ve aún mejor”.

De mentira a verdad

Timothy R. Levine, profesor y director del departamento de comunicaciones de la Universidad de Alabama, Birmingham, analizó el comportamiento de los adultos ante la mentira y señaló que “la mayoría de la gente no miente mucho, entre cero y dos mentiras por día” y que, cuando lo hacen “tienden a ser sobre cosas inocuas, como decir que te encanta la comida que preparó tu amigo, incluso si no es así”.

Sin embargo, afirmó, como se dijo anteriormente, que los humanos somos “crédulos” por naturaleza. “Si me pierdo y te pido direcciones, no creo que me vayas a mentir. Somos una especie social y para que la comunicación funcione de manera eficiente y efectiva, debemos esperar que los demás nos digan la verdad”, indicó el experto.

Sobre ese mismo aspecto profundizó Maurice Schweitzer, profesor de la Escuela de Negocios de Wharton, quien analizó estos comportamientos en las situaciones comerciales, donde no solo es apropiado “tergiversar” la verdad, sino también esperado. “Si estamos jugando al póquer, espero que mientas. Si negociamos, espero que mientas y me digas: ‘Tengo otro comprador interesado’ o ‘Eso está más allá de mi presupuesto’”.

Ahora, cuando la mentira se aleja de los ámbitos de negocios, no se mide con la misma vara: “Se trata de las reglas del juego y de qué juego estamos jugando”. “No miento a mis interlocutores sociales”. En ese sentido, David Livingstone Smith, profesor de filosofía en la Universidad de Nueva Inglaterra, en su libro Why People Lie (Griffin, 2007), asegura que “mentir suele funcionar”.

Para poder hacer foco sobre su mirada, el experto puso como ejemplo el comportamiento de algunas plantas y animales en la naturaleza, que para defenderse de depredadores o, bien, para poder hacerse de una sustanciosa cena mienten con su apariencia. Un comportamiento que, según el especialista, imitan los humanos cuando se visten para disimular algunos aspectos corporales que no le son gratos. Entonces, el siguiente paso que se debe analizar es: ¿qué tan buenos somos los humanos en detectar mentiras?

La respuesta es: depende de la suerte y de qué tan bueno sea el mentiroso en alcanzar su cometido. “Juzgan a las personas en función de cómo se ven. Las personas que son extrovertidas, amigables y confiadas en el mundo tienden a ser creídas. Las personas que tienen un poco de ansiedad social o son un poco torpes socialmente tienden a no ser creídas. Así que cuanto más ignore sus impresiones de las personas y cuanto más escuche atentamente lo que dicen, mejor podrá descubrir el engaño”, afirmó Levine.

Una estrategia para detectar mentirosos

Según Levine, hay algunas estrategias que se pueden aplicar para detectar la mentira. Una de ellas es la investigación previa y realizar preguntas cuyas respuestas ya son conocidas por el interlocutor. “Se llama uso estratégico de la evidencia”, afirmó y agregó: “Si sabes la verdad, puedes saber si alguien te está mintiendo, sepa que puede verificar más adelante. O haga preguntas para obtener mucha información contextual, de modo que pueda evaluar la plausibilidad”.

Es que, según había resaltado en diálogo con Infobae la psicóloga Celia Antonini, “cualquier acto repetido muchas veces nos lleva a perder el miedo que experimentamos en un primer momento. Uno se acostumbra a la mentira. La secuencia es la siguiente: cuando experimentamos miedo la actividad de la amígdala cerebral, que es el centro de las emociones en el cerebro, se activa con fuerza, pero luego, con cada subsecuente mentira o acto deshonesto, la actividad disminuye progresivamente. De esta manera, la amígdala cerebral se va acostumbrando a los actos deshonestos y el miedo que sentía en un primer momento ya se deja de sentir”.

En los mentirosos patológicos, cuyas mentiras aparecen sin control, incluso aunque no tenga aspectos importantes por los cuales deba “ganar”, impulsar su estatus o cuidar la “salud” ajena, se trata de una enfermedad que puede tener similitudes con el alcoholismo, advierten los expertos. “Casi un tercio de los mentirosos patológicos creció en un hogar problemático donde mentir era un lugar común”, resaltaron los expertos.

“Los psicólogos lo llaman pseudología fantástica y han descubierto que hasta el 40 por ciento de los pacientes tienen anomalías neurológicas. Actualmente, sin embargo, el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, enumera la condición solo como un síntoma de otros trastornos, como el trastorno de personalidad antisocial o narcisista. Muchos en el campo dicen que merece su propia lista”, indicaron desde la publicación en Newsweek. “Es una compulsión que destruye sus vidas. No quieren hacerlo, pero no pueden parar. Los despiden de sus trabajos. Sus parejas románticas los dejan. Es enormemente disfuncional”, narró Levine.

(Infobae)

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