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Como cuando eres pasajero y casi víctima en El Alto

*MARCO FERNANDEZ RÍOS Es una noche normal en El Alto, con mucha gente, muchos vehículos, trancadera, desesperación por llegar a sus destinos y, obviamente, trameajes. Salvador es reprendido por un policía de Tránsito después de recoger a un par de pasajeros en el Cruce Viacha, sin estacionarse en la derecha, como debería ser. Pone segunda y luego tercera en la caja de cambios de su minibús plomo para avanzar por la conflictiva avenida 6 de Marzo, hacia la también dificultosa Ceja. Su vehículo de asientos amplios tiene ambiente de reguetón, con sonido amable para los oídos de quienes no apreciamos esa clase de arte musical.

Entre las calles 7 y 8 de la 6 de Marzo, Salvador pide a sus pasajeros que guarden sus teléfonos celulares, no debido a que sea una zona prohibida para el uso de estos aparatos, sino porque hay tres personas que se dedican a hurtarlos.

Uno de ellos es joven y flaco, vestido totalmente de negro —él sí tiene el privilegio de poder usar su celular—. Otro, robusto y como de 30 años, viste buzo plomo de algodón y parca negra para repeler el frío en sus “horas de trabajo”. Otro viste de azul y con tenis cómodos, por si tuviera la necesidad de correr.

Como la trancadera llega hasta cercanías del Cruce Viacha, da tiempo para mirar a los delincuentes y ver cómo acechan a sus posibles víctimas. Los dos últimos —el de parca negra y el de chamarra azul— caminan mientras observan cada vehículo que pasa cerca de ellos. De vez en cuando, aprovechando el lento avance de los coches, se nos acercan para ver si hay alguien descuidado. Sin miedo, miran a través de las ventanas cerradas. Por si acaso pongo seguro a la puerta.

Salvador dice orgulloso que salvó a una persona de sufrir un robo, pues se encontraba sentada adelante y hablaba por su aparato celular. “Cuando el choro estaba a centímetros de robarle, he jalado el teléfono hacia mí. El pasajero estaba bien asustado”, cuenta el conductor, quien por esa proeza recibió 20 bolivianos como premio y un tiempo de temor ante cualquier represalia.

Los vehículos avanzan, así es que pasamos por esa zona roja para llegar a otra, tal vez con más pasajeros distraídos, potenciales víctimas de éstos y otros delincuentes de la 6 de Marzo. Al quedarme en la Ceja para tomar otro vehículo, me doy cuenta de que no pregunté el nombre del chofer del minibús plomo que nos advirtió del peligro. Decido llamarlo el Salvador de celulares, con el deseo de que haya más en El Alto y en otras zonas peligrosas del país.

MARCO FERNÁNDEZ RÍOS ES PERIODISTA Y ESCRITOR