Oleg Yasinsky
El subsecretario de Estado adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental de EE.UU., Kevin Sullivan, declaró en una entrevista al canal de televisión ecuatoriano Teleamazonas, que los equipos militares de fabricación soviética que Ecuador le entregará a EE.UU. a cambio de nuevo armamento, serán enviados a Ucrania. También expresó su satisfacción “por el apoyo de Ecuador a Ucrania”.
Además de Kevin Sullivan, también viajaron a Quito Todd Robinson, subsecretario de la Oficina Internacional de Narcóticos y Aplicación de la Ley, y la general Laura Richardson, comandante del Comando Sur de Estados Unidos, quien aseguró que “Estados Unidos tiene un plan de seguridad de 5 años para este país”. Lo tragicómico del asunto es que van a entregar armas modernas estadounidenses para luchar contra los bandidos en Ecuador y la vieja chatarra para defender a Ucrania del Ejército ruso.
El gobierno de Biden acordó también el aumento de la ayuda militar a Ecuador a través de operaciones conjuntas, el intercambio de inteligencia y la permanente presencia en el país del Buró Federal de Investigaciones (FBI).
Muchos expertos comparan este proyecto con el Plan Colombia, un programa de asistencia estadounidense al Gobierno colombiano, de 10.000 millones de dólares entre los años 2000 y 2015, con un 70% de esta suma para el Ejército colombiano. Si bien el Plan Colombia logró un cierto éxito en la lucha contra la guerrilla de las FARC, su desempeño contra el narcotráfico fue un absoluto fracaso. Por el contrario, el tráfico de drogas desde Colombia a EE.UU. en los años del Plan Colombia solo aumentó. Incluso durante la ejecución de este plan, el Ejército colombiano ejecutó a miles de civiles, presentándolos como “bajas guerrilleras”, un ejemplo de genocidio atroz conocido como el caso de los “falsos positivos”. Vale la pena precisar que, en Ecuador, además, no existen movimientos guerrilleros.
Como se sabe, la entrega de las armas soviéticas a Ucrania como “manifestación de decisiones soberanas” de las autoridades ecuatorianas será compensada por el Gobierno estadounidense. Esta es la declaración del presidente ecuatoriano Daniel Noboa al respecto: “Recibiremos ayuda de Estados Unidos. Habrá un intercambio de chatarra rusa y ucraniana por equipos modernos por valor de 200 millones de dólares”. Con este gesto de ‘independencia política’, Ecuador pierde el mayor mercado en décadas de sus principales productos de exportación (plátanos y flores), que es Rusia, y con ello, sus productores agrícolas unos 754 millones de dólares anuales. Tal vez es una manera elegante de reemplazar los actuales cultivos agrícolas de Ecuador por otros ilícitos, siempre mucho más rentables, y que además siempre ayudan a justificar la presencia militar que ya está reinstalada.
Es bastante evidente que las armas que serán enviadas desde Ecuador a Ucrania, en comparación con la multimillonaria “ayuda militar” de Occidente al régimen de Kiev, no representarán nada significativo para la correlación bélica en el conflicto. Aquí lo único que vale es la parte simbólica de este acto.
En estos últimos meses EE.UU. buscaba desesperadamente un cómplice en Latinoamérica, hasta ahora siempre recibiendo un claro “no” de sus gobiernos de izquierda y derecha.
Pensando en la tradición comercial de los últimos gobiernos ecuatorianos, la venta de la libertad de Julian Assange al mismo comprador, las autoridades de EE.UU., fue para la administración de Lenín Moreno mucho mejor negocio, e incluso con un pago adelantado, pues a solo un mes y medio antes de la expulsión de la Embajada ecuatoriana y arresto de Assange en Londres, el FMI aprobó la entrega a Ecuador de 4.200 millones de dólares, de los cuales 652 millones se reembolsaban de forma inmediata. Además, tapó el escándalo de corrupción de la familia del presidente ecuatoriano en paraísos fiscales, donde escondió su dinero, lo que con tanta imprudencia había revelado WikiLeaks.
El actual Estado ecuatoriano ya prácticamente no existe. Su única función hoy es ser una oficina de venta de los restos de la soberanía nacional a las corporaciones.
Obedece a los intereses del narcotráfico y del crimen organizado internacional, cobijados bajo su único techo seguro, el Departamento de Estado de EE.UU. En este contexto se produce un hecho gravísimo: los dueños del holograma del Estado ecuatoriano, ahora convierten Ecuador en el primer país latinoamericano directamente involucrado en el conflicto ucraniano desde el lado de la OTAN. Lo especialmente doloroso es que hace muy poco, Ecuador era un país abierto, acogedor y pacífico, creo que a nadie podía pasársele por la mente una locura como esta.
Hoy, los dueños mafiosos de Ecuador han ideado un nuevo espectáculo, probado con éxito por sus vecinos, que hace no tanto se estrenaba con el título de ‘Lucha contra el crimen organizado’.
Sus objetivos y sus víctimas son la cordura de los ciudadanos y los movimientos sociales organizados que mantienen esta sensata desconfianza hacia el poder colonial. A medida que avanza este infame proyecto, el 7 de febrero de este año, la concejala del partido correísta Revolución Ciudadana, Diana Carnero, fue asesinada por sicarios en el municipio costero de Naranjal. Una joven luchadora por el derecho a la educación de su pueblo. Es importante recordar que el crimen se produjo en pleno estado de excepción, cuando se supone que todo el país está bajo el completo control militar de su gobierno. Con esta y otras terribles noticias que llegan, todo parece indicar que presenciamos el comienzo de una nueva “guerra sucia”, ya entrenada anteriormente por narcogobiernos de Colombia, México y otros.
También estamos acostumbrados a que la fría, permanente y rutinaria matanza de líderes sociales de a poco será invisibilizada por los medios de comunicación, que por esta vez estarán muy ocupados y copados por “los crímenes de Rusia en Ucrania”.