La Paz, 01 de oct 2024 (ATB Digital).- En la novela Soy Leyenda (1) el aspecto que más conmueve es el relato de un perrito que quiere conquistar Robert Neville para así llevarlo a su bunker. Uno podría decir que lo que más va a conmover van a ser las persecuciones de los zombis o infectados y que incluso ese pasaje va a seducir a mayores y ancianos porque ellos, los hombres, se vuelven niños.
Existe un cuento de Ray Bradbury que, aunque está incluido en una antología de terror, yo lo considero un texto de una ternura sepulcral, El olor del otoño. Es la amistad de un perro con un niño que está enfermo y que no puede salir a la calle. Hace poco descubrí con cierto asombro en Facebook que la obra más traducida en Bolivia, en Latinoamérica, es la poesía infantil de Óscar Alfaro. Todo esto sirve como pie para comentar la obra de nuestro escritor paceño Jorge Saravia Chuquimia. Intento pergeñar unos párrafos respecto a su novela Solovino, el perro ciego, ya que la novela juvenil o infantil tiene su público. Es decir, un invidente que lo que busca es el amor verdadero. Busca nuestra solidaridad, no nuestra relación utilitaria de vigilancia.
El título es una palabra compuesta de acuñación simpática, pero lo que más llama la atención es el subtítulo que está debajo, en letras más pequeñas, el perro ciego. Este es el gancho, el anzuelo para cualquier lector, sobre todo infantil, para agarrar el libro y ya no soltarlo más.
Por lo general, no nos interesa un perro sano y vigoroso. Nos interesa un perrito o una mascota que sufre de algún padecimiento y en ello el lector sufre una catarsis. Es lo que nos pasa con la novela Soy leyenda. Si vamos más allá y nos remontamos a la Grecia antigua tenemos a un perro legendario: Argos, que casi ciego reconoció a su amo por el olfato y después de más de 20 años de ausencia. Esa amistad entre un perro y un amo es de las más singulares en la historia de la humanidad y, en particular, en la historia de la literatura. Y hay otras como las historias de mascotas que nos regala Guy de Maupassant. Por eso esta novela puede pasar a la memoria de los bolivianos como una tea encendida si la providencia es favorable. De estilo caótico, a guisa de Rayuela (2), para complicar al lector pasivo, retando a este a un pugilato donde debe ordenar el caos. Solovino quedará como un héroe o antihéroe trágico y la catarsis se producirá espontanea.
La ficción
Topográficamente la historia está enclavada en una ciudad ficticia, ‘Cineraria’, pero el lector podrá inferir que se trata de la ciudad de La Paz. Hago esta afirmación amparado y apoyado en la descripción de las fluctuaciones del clima.
La Paz posee esas variaciones simultaneas en un día. Hace frío en la mañana, luego calor, luego llueve y finalmente hace frío otra vez. Pero eso no importa mucho. Hay un paisaje urbano en su mecanismo subjetivo que el escritor logra eficazmente. La ciudad posee ciertos lugares que son claves para lograr un efecto opresivo de tensión e inquietud. Lugares como los basureros, los cementerios, la noche o, finalmente, el fluir de la consciencia del narrador en primera persona que divaga y divaga.
Su geografía mental nos arrastra a terrenos de lo nocturno y lo onírico, donde la patria es la soledad o la zozobra. Paso a detenerme en uno de esos paisajes de penumbra.
La noche
Comienza con un epígrafe de Guy de Maupassant anunciándonos que este autor ha tenido buenos maestros de la narrativa. Cito: “La pequeña ciudad de noche estaba muerta, forrada de negro, de sombras (…) como una criatura de la noche…”. Y él se bautiza como ciudadano de la noche y sentencia: “La noche es el país de las almas solitarias”. Pág. 48.
Los fantasmas literarios que pueblan la novela
Claramente se nota que el autor nos quiere transmitir cuáles han sido sus influencias literarias. Estamos hablando de Guy de Maupassant, Jaime Sáenz, Robert Luis Stevenson y su maestro Edgar Allan Poe. Lo podemos adivinar por las referencias que nos da. Sabemos (al menos los lectores consumados del maestro de Boston) que este autor ha escrito un cuento llamado El gato negro, por eso su perro Solovino es negro y sufre de ceguera. Y sabemos que Jaime Sáenz y Felipe Delgado hacen honor a su región geográfica que es la noche. La transparencia de la noche. Y Guy de Maupassant y Robert Louis Stevenson son autores de relatos de terror. Además, hallamos la presencia de Lovecraft, ya que él también creaba ciudades imaginarias. Dunwich, Insmouth y Arkham, etc. Y era un ser melancólico y solitario como su personaje Jorge.
El tono de la novela
Existe una historia paralela al personaje principal. Es la narración de ‘Él’ que no tiene nombre y de su abuela. Los tres personajes forman una trinidad, pero ‘Él’ monopoliza la trama. La historia de ‘jaula aula’, de su maestro y de sus compañeros es pintoresca y cada personaje aporta interés al capítulo de la novela, si se desarrolla mejor la historia de cada uno. Contrasta con los personajes de La Ciudad y los Perros: el jaguar, el boa, el esclavo, etc. Es ahí donde empieza un tono tenebroso. La descripción de un perro gigante, el cementerio, el basurero y sus menesterosos del lumpen crean un clima sobrecogedor.
Sus ambientes son lúgubres, como decía líneas arriba, a Lovecraft le gustaba transitar por parajes apartados y oscuros de paisajes lóbregos, donde está dominado por el subjetivismo más que por la racionalidad.
Dicotomías y dilemas
¿Jorge maneja un estilo cándido y dramático o se inclina por lo tenebroso? Existe en esta novela un estilo más bien dramático. Junto con el tono, la elección de las palabras y los lugares geográficos, para desarrollar la historia, parece que los acontecimientos estuvieran arrastrando al lector a un remolino letal. Veamos eso:
Estilo
Podemos notar en las oraciones afirmativas y metafóricas que estas son eficaces y la construcción de párrafos nos ubican en una atmósfera de inquietud e incomodidad. Incluso por la elección de los personajes pintorescos que parecen sacados de los cuentos de Viscarra o Felipe Delgado. Cito:
Y de tono tenebroso: “… dejó caer una baba espesa y gelatinosa y a manera de bostezo sacó una lengua rosada…”. E, incluso, en la página 36 de la novela deliberadamente, Jorge cita unas líneas del cuento El gato negro. Y también hay ironía en el párrafo. Cito: “Los compañeros echaban un vistazo a lo escrito y como no entendían nada (…)” ¿Acaso los animales pueden leer? Pág. 36
De imágenes afiladas: “hablaba con el silencio y palpaba la desolación”. Y “La noche es el país de las almas solitarias”.
Por lo demás la descripción de los personajes pintorescos es divertida y deliciosa. El sapo-hornero, que toda la bendita noche sudaba, la víbora-panadera, etc.
Quiérase o no, esta novela de Jorge Saravia Chuquimia es de corte juvenil con personajes que desarrollados con más meticulosidad dejarán una impronta de idiosincrasia y color local.
Solovino no es cierto que se fue. Vino para quedarse en los corazones de los jóvenes ya que hay una virtud que reverbera en estas páginas y que nos obliga a inquirir la empatía por Solovino, su raza y las virtudes principal de un canino: La amistad y la lealtad.
Perfil del autor
Jorge forma parte del grupo de escritores Escribo y participa activamente en ferias literarias por todo el país, algunas de las cuales se realizan en colegios. No solo es autor de una novela, sino también de cuentos y ensayos. Además de su pasión por la literatura, es arquitecto de profesión.
Su inclinación por las letras nació del amor incondicional hacia su hija Daniela. En el pasado escribió reseñas literarias para el desaparecido suplemento Letra Siete, de La Paz, y actualmente colabora en el suplemento Ramona, del diario Opinión de Cochabamba, los domingos.
En 2020, obtuvo el primer lugar en el concurso de Crítica de Arte y Cultura Luis Espinal Camps, organizado por la Alcaldía de La Paz. Jorge es admirador de autores como Medinaceli, Sáenz y Huáscar Taborga. Cada mañana dialoga con las mariposas que doméstica su hija en su jardín.
1.- Matteson Richard. Soy Leyenda.
2.- Cortázar, Julio. Rayuela. Novela al estilo del juego.
FUENTE: ahora el pueblo