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El curioso caso de las cinco enfermeras del mismo hospital diagnosticadas con tumores cerebrales

Mundo, 7 de abril 2025 (ATB Digital).- Hay historias que sacuden no solo por lo que cuentan, sino por lo que insinúan. Como lo sucedido en el Newton-Wellesley Hospital de Massachusetts, en Estados Unidos. En la planta de maternidad de este hospital, cinco enfermeras han sido diagnosticadas con tumores cerebrales. Cinco vidas atravesadas por un mismo destino, cinco mujeres que compartían profesión, espacio físico y en algunos casos, años de servicio en el mismo turno, en el mismo piso: el quinto.

Fue a finales de 2024 cuando la historia comenzó a tomar forma pública. Una de las enfermeras rompió el silencio a través de las redes sociales y medios locales, y su testimonio fue la chispa que encendió la conversación. A su relato se sumaron otros: diagnósticos que, hasta entonces, habían permanecido en la sombra. Aquel patrón que afloraba era, en el mejor de los casos, desconcertante. En el peor, aterrador.

El hospital reaccionó de inmediato con una investigación ambiental interna: aire, agua, radiaciones, ventilación… Nada fuera de lo común. Al menos, en apariencia.

El sindicato de enfermería de Massachusetts no se quedó de brazos cruzados. Cuestionó la profundidad del estudio del hospital y lanzó su propia investigación. Más de 300 trabajadores actuales y antiguos respondieron a la llamada. Aunque los resultados aún no son públicos, el trasfondo va más allá de lo estadístico: se trata de saber si estamos frente a un verdadero clúster de cáncer, un fenómeno epidemiológico que, de confirmarse, exigiría una respuesta rápida, ética y profunda.

¿Qué es un clúster de cáncer?
La palabra suena técnica, casi informática, pero detrás de ella se esconde una posible tragedia compartida. La American Cancer Society lo define como una concentración inusual de casos de cáncer en una zona geográfica específica, durante un período concreto y en una población delimitada. Para considerarse un clúster, debe superar lo esperable estadísticamente. Es decir, debe desafiar al azar.
Pensemos en una comunidad donde, de forma inesperada, se multiplica por cinco el número habitual de casos de un tipo específico de tumor. Las alarmas suenan, y con razón. Pero hay condiciones: los cánceres deben ser del mismo tipo o de tipologías relacionadas por factores de riesgo comunes. Además, hay que descartar errores diagnósticos, sesgos de notificación o simples coincidencias. Incluso la percepción social de un patrón —ese “parece que pasa mucho aquí”— puede nublar el juicio científico si no se acompaña de datos sólidos.

En España, por ejemplo, la propia Junta de Andalucía lo subraya en su protocolo de identificación de clústeres: la ciencia debe ir más allá de la impresión colectiva. Sin embargo, ignorar la voz de quienes conviven con el miedo no es opción. La percepción social no basta, pero tampoco debe ser desoída.

¿Estamos ante un clúster?
En el caso del Newton-Wellesley Hospital, se dan varios factores que invitan a la sospecha de que estemos frente a un clúster. No se trata de un hospital gigantesco, sino de una planta específica de maternidad. No hablamos de mujeres mayores, sino de profesionales relativamente jóvenes con diagnósticos de tumores cerebrales, una tipología infrecuente en esa demografía. La coincidencia temporal, espacial y profesional es, cuanto menos, inquietante.

Pero hay que ir con cautela. ¿Cuántos profesionales han pasado por esa planta en las últimas décadas? ¿Cuál es la incidencia normal de tumores cerebrales en mujeres de su perfil? ¿Compartían otros factores de riesgo, más allá del hospital? Incluso si se confirmara que todos los tumores pertenecen a la misma categoría —gliomas, meningiomas u otro tipo—, sigue existiendo la variable del tiempo: los tumores cerebrales pueden tener una latencia de años o incluso décadas.

Aunque la investigación oficial no haya detectado riesgos evidentes, el deber del hospital no ha terminado. No son pocos los casos en los que clústeres inicialmente desestimados terminaron revelando verdades incómodas: fugas químicas, materiales aparentemente inocuos con efectos secundarios, entornos de trabajo insalubres. El tiempo, en estos asuntos, suele ser un juez implacable.

Las enfermeras del Newton-Wellesley siguen esperando respuestas. Porque la salud pública no se construye solo con bisturís y protocolos, sino también con escucha activa, con vigilancia honesta, y con el valor de mirar donde nadie quería mirar. Tal vez este caso no sea un clúster. Tal vez lo sea. Pero lo que es indiscutible es que ya ha dejado una lección: la de no dar nunca por hecho que lo improbable es imposible.

Fuente: National Geographic

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