Mundo, 30 de abr 2025 (ATB Digital). – En plena transición hacia un modelo más verde, y tras un apagón que sembró dudas sobre la estabilidad de la red, las centrales nucleares españolas resurgen como pieza clave en el equilibrio del sistema eléctrico nacional.
Hay estructuras que, aunque silenciosas y a menudo invisibles al ojo cotidiano, son columna vertebral del suministro eléctrico. Tal es el caso de las centrales nucleares de España, cuyo papel en el mix energético ha vuelto al centro del debate tras el reciente y sorpresivo apagón que dejó al país temporalmente a oscuras.
Aunque a menudo son relegadas en las conversaciones sobre sostenibilidad, estas instalaciones siguen siendo cruciales en la estabilidad del sistema.
Actualmente, España cuenta con cinco centrales nucleares en funcionamiento, albergando un total de siete reactores repartidos estratégicamente por el territorio. Las plantas activas se ubican en Almaraz (Cáceres), Ascó (Tarragona), Cofrentes (Valencia), Trillo (Guadalajara) y Vandellós II (también en Tarragona). Entre ellas, Almaraz y Ascó operan con dos reactores cada una, mientras que el resto cuenta con uno.
Todos son reactores de agua a presión, con una potencia eléctrica conjunta que supera los 7.398 megavatios (MW).
Más allá de estas instalaciones en activo, existen otras que ya están fuera de servicio y actualmente en proceso de desmantelamiento, como Vandellós I, José Cabrera (Zorita) y Santa María de Garoña. Estos antiguos baluartes de la energía nuclear forman parte de una generación anterior de infraestructuras que jugaron su papel en el desarrollo eléctrico del país, pero que hoy son testimonio del cambio de era energética.
Durante el año 2024, la energía nuclear ha vuelto a demostrar su relevancia: aproximadamente el 20% de la electricidad generada en el país provino de sus reactores. Esto la convierte en la segunda fuente de generación, tan solo por detrás de la energía eólica, según datos del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) y otros organismos especializados.
Una red frágil
El gran apagón que sacudió a España y parte de Europa recientemente destapó la fragilidad de una red eléctrica cada vez más dependiente de fuentes renovables. En apenas cinco segundos, una pérdida súbita de 15 gigavatios (GW) forzó la desconexión del sistema ibérico del resto del continente. Las primeras investigaciones apuntan a una pérdida inesperada de generación fotovoltaica en el suroeste del país como posible detonante.
Este evento ha reabierto interrogantes sobre la solidez del modelo energético basado casi exclusivamente en fuentes renovables. La intermitencia de la solar y la eólica —vulnerables al clima y difíciles de gestionar en tiempo real— genera desafíos técnicos considerables.
A esto se suma que, en el momento crítico del apagón, cinco de los siete reactores nucleares se encontraban inactivos por motivos empresariales, lo que desató una lluvia de críticas sobre la planificación y gestión de estas infraestructuras críticas.
Uno de estos críticos ha sido Operador Nuclear, quien ha denunciado por X que las centrales nucleares aportan inercia al sistema eléctrico y ayudan a evitar apagones por oscilaciones de frecuencia, como ocurrió el lunes. Sin embargo, en ese momento la mitad de la potencia nuclear estaba desconectada, en gran parte por los bajos precios de la electricidad y una carga impositiva que ha aumentado un 71 % desde 2019, según PwC. Fue RedElectrica, dependiente del Gobierno, quien autorizó esas paradas, lo que redujo la disponibilidad de generadores síncronos capaces de estabilizar la red.
Frente a esta realidad, la energía nuclear vuelve a aparecer como un pilar indispensable. Su capacidad para suministrar grandes cantidades de electricidad de forma continua, sin depender de factores externos, la posiciona como un recurso esencial para asegurar la estabilidad en un sistema cada vez más tensionado por la transición energética.
No obstante, el camino por delante está trazado. El Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030 contempla el cierre progresivo de las centrales nucleares entre 2027 y 2035. Esta hoja de ruta, concebida para acompañar el crecimiento de las energías limpias, ahora se encuentra bajo revisión informal, pues tras el apagón, muchas voces reclaman repensar esos plazos.
Mientras se perfilan los próximos años del sistema energético español, lo cierto es que las cinco centrales nucleares activas siguen siendo guardianas discretas de una parte esencial del suministro. Su presencia no solo aporta estabilidad técnica, sino que también sirve como puente necesario hacia un futuro renovable aún en construcción.
Fuente: National Geograpic