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Adolfo, el constructor de lo humano

JAIME ITURRI SALMÓN ES PERIODISTA

Lo conocí en la carrera de Literatura y siempre me llamó la atención su desapego a lo academicista y, por otra parte, su lado humano, sencillo y tierno. La carrera era, y me temo es, un hervidero de vanidades, pero Adolfo Cárdenas no era como aquellos que despreciaban lo escrito en Bolivia.

En Estados Unidos perfeccionó el “realismo sucio”, aquel que muestra a los seres humanos reales, a los antihéroes cotidianos que finalmente somos. Fruto de ello fue su “Chojcho con audio de rock pesado”, un texto que cambió la narrativa boliviana puesto que la situación, el tema, deja su supremacía al verdadero personaje que es el lenguaje, perdón, los lenguajes de La Paz.

Como en toda urbe en La Paz de Ayacucho o si prefiere usted Chuquiago Marka, se desarrollan varias formas de hablar nuestro particular castellano. Qué se podía esperar de una ciudad que a la llegada de los españoles hablaba 3 idiomas: puquina, quechua y aymara. Así, la obra de Adolfo reproduce los lenguajes de diferentes grupos sociales, no solamente separados por las clases sociales, sino por naciones, por edades y hasta por la migración.

 Y “Chojcho con audio de rock pesado” convierte en Periférica Boulevard, un paseo por los submundos de La Paz, por el barrio de los afrobolivianos, por los rincones de los travestis, de las prostitutas, de los mendigos. Por La Paz under, tan profunda que está llena de policías y todos esos personajes humanos. No hay pues héroes sino sobrevivientes.

Y en medio de esas tragedias el sentido del humor, tan presente en nuestro idiosincrasia. Un sentido del humor que frecuentemente roza lo sarcástico.

Un contemporáneo de Adolfo, Homero Carvalho sostiene que el autor de Periférica siempre quiso escribir algo diferente y vaya que lo logró. Y lo consiguió escuchando más de lo que hablaba. Poniendo el fino oído en los acentos y en las costumbres, visitando la noche y los rincones oscuros de una ciudad que es magia y es condena.

Seguramente por la cercanía con el sol, los colores en esta cuna de valientes y tumba de tiranos son más intensos, pero las oscuridades también, Cárdenas no las juzga, las muestra, y ese es su mérito literario.

Compitiendo por el premio nacional de literatura Periférica logró el segundo lugar, el primero fue para una novela del hijo de Juan Lechín que nunca mereció una segunda edición. En cambio son muchas, pero muchas las rediciones de la novela de Adolfo que es estudiada en la Universidad pero también en colegios.

Siendo jurado de ese premio luché junto a Raquel Montenegro por Periférica pero perdimos, el tiempo se ocupó de poner las cosas en su lugar.

Ese es el valor del arte. Al final de Periférica el autor dice que sus dos personajes principales murieron en febrero del 2003 cuando los enfrentamientos entre policías y militares. Quién iba a pensar que él también se iría en febrero.

Aún así, la novela queda.

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