Por primera vez, un boliviano se corona campeón latinoamericano de box en la categoría de súper gallo. Un deporte casi olvidado en una noche memorable a más de 4.000 metros sobre el nivel del mar.
* Richard Sánchez
Ramón Sugar Averanga, nació en cuna de boxeadores pero no heredó cinturón alguno. Se lo ganó a guantazo limpio en una pelea memorable.
Derrotó por un fallo dividido al chileno José Pancora Velásquez, tras 10 rounds a casi 4 mil metros sobre el nivel del mar. Sí, el evento se realizó en la ciudad más alta de Bolivia: El Alto.
Es la primera vez que un boliviano se alza campeón en la categoría súper gallo, en una pelea organizada por la Organización Mundial del Boxeo, el equivalente a la FIFA en el fútbol.
Sugar, de 26 años, se sacó la espina del KO que le propinó el chileno meses atrás.
Fue el sábado 28 de agosto, cuando el talán de la campana rompió la gélida medianoche que bajó a 2 grados centígrados para anunciar la pelea estelar.
Un día antes, durante la ceremonia del pesaje, el chileno se sintió tan seguro de que volvería a noquear a Sugar que ya pedía el cinturón para medírselo. Una total bravuconada. Sólo se llevó los 6 mil dólares de la bolsa destinada al perdedor.
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Había más público a través de la transmisión digital, alrededor de 4 mil usuarios, gracias al Facebook Live a cargo de la cadena Deporte Total, que compró los derechos del evento.
La pandemia del covid mermó el público para los eventos pugilísticos, más todavía de la cantidad que habitualmente se daba cita a estos.
Entre los asistentes estaba su padre, José Averanga, un recordado boxeador amateur boliviano que se retiró porque su esposa le advirtió que de seguir así entrarían en quiebra. Sólo movía la cabeza de un lado a otro cuando su “pequeño” erraba los golpes. Su madre, Lidia Gonzales, gritaba desaforada como si fuese su entrenadora y daba pequeños saltitos en su mismo sitio cuando su retoño sumaba puntos.
Por cada una de las tres caídas que Sugar sufrió, su novia dejaba escapar un par de lágrimas, un lamento y se cubría los ojos porque se negaba a registrar en su memoria la tormenta de golpes que hacían blanco en la humanidad de su amado. Ese cuerpo de 52 kilos del cual se abstuvo durante un mes, orden estricta del entrenador. “Nada de sexo”, fue la orden, siguen los viejos preceptos de los antiguos preparadores de boxeo.
Lo que dicen es cierto: se sufre más fuera que dentro del ring debido a la impotencia de no poder hacer nada para proteger a los tuyos. Salvo gritar hasta quedar ronco.
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Tal vez ahí radica la sorpresa que se llevó Pancora Velasquez, esperaba al rival diestro al que noqueó en Chile, pero le salió uno siniestro y por eso se “comió” varios golpes que a la larga le resultaron puntos a favor.
El boliviano usaba su derecha para el amague y de repente sacaba fuertes zurdazos. La fórmula le dio resultados, salvo la caída en el segundo round que sufrió debido a un gancho izquierdo en el hígado. No fue la única caída del local. Ocurrieron otras cuatro debido a los resbalones que sufrió en la esquina de su adversario, pues el piso estaba mojado por el agua usaba para refrescar al Pancora. “Eso es una mañudez”, masculló la mamá de Sugar y sin esperar autorización se metía a secar esa izquierda con cualquier trapo que encontraba alrededor.
Tras los 10 rounds, los jueces dieron la victoria para Sugar, quien es licenciado en comercio internacional en la UTB –pues aprendió de su padre que el box a veces es ingrato y pasajero– y ahora se prepara para el título mundial.
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