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Hay que poner fin a la guerra bárbara y el asedio a Gaza

Hay que poner fin a la guerra bárbara y el asedio a Gaza

Mahmoud Elalwani

Después de 54 días, la maquinaria de guerra israelí ha matado más de 16.232 palestinos, entre ellos, 6.150 niños, 4.000 mujeres, 697 ancianos, 207 sanitarios, 36 personas de la defensa civil, 65 periodistas, 102 funcionarios de la ONU; al menos 7.000 ciudadanos siguen desaparecidos bajo los escombros, e hirieron a más de 38.900 personas.

Sus bombardeos bárbaros indiscriminados han provocado la destrucción de 26 hospitales, 3 iglesias, 88 mezquitas y 234 mil viviendas, 55 centros médicos, 56 ambulancias y 278 escuelas y universidades; además, desplazó a más de un millón y medio de palestinos; cortó el agua, la luz, el acceso a medicamentos, alimentos y combustible e internet a la vista del mundo entero.


El secretario general de la ONU, António Guterres, dijo, durante una conferencia de prensa celebrada en la sede de las Naciones Unidas en la ciudad de Nueva York: “La protección de los civiles debe ser de suma importancia, la catástrofe que se está desarrollando ahora hace que la necesidad de un alto el fuego humanitario sea más urgente cada hora que pasa”. Destacó que “Gaza se ha convertido en un cementerio de niños, donde cada día cientos de niñas y niños son asesinados o heridos”. El Secretario General de la ONU también expresó su profunda preocupación por las “claras violaciones del derecho internacional en Gaza”. Y añadió: “La pesadilla en Gaza es más que una simple crisis humanitaria, es una crisis para la humanidad”.


Es el genocidio de un pueblo ante el colapso de la moral y los valores humanos en un momento en el que el actual orden mundial va camino a la extinción, por ser un régimen bárbaro por excelencia que trasciende todas las normas y convenciones humanas para alcanzar el objetivo deseado, que es el control total de todas las capacidades de los pueblos, humillándolos con las leyes del apartheid y un sentimiento de inferioridad. Este orden posee componentes materiales carentes de espiritualidad y moral; la mayor parte de él está preocupado por construir un polo enfocado hacia la hegemonía y el control de los pueblos y sus recursos económicos y naturales. Esto se tradujo en la creación de una sociedad dominante, un sistema imperial sin límites a los valores y la moral más allá de la dominación y el control por todos los medios. No se respetan las normas internacionales y jurídicas, todo les está permitido. Los líderes israelíes han demostrado que su “civilización” es simplemente un gran campamento militar, prisiones, carceleros, cañones y misiles, que no pueden proteger la sonrisa de un niño.


Cualquiera que crea que Tel Aviv domina la decisión estadounidense, se equivoca. Por el contrario, Israel existe con el apoyo de países occidentales y otros de extrema derecha y ahora bajo el liderazgo de Estados Unidos, que a su vez utiliza a Israel como fuerza policial en la región de Oriente Medio para perseguir sus intereses políticos, económicos y de seguridad. Así que hoy no estamos luchando solo contra el ocupante sionista, sino contra los países más poderosos del mundo entero.


Desafortunadamente, muchos países occidentales y no occidentales están subordinados a este imperialismo que trasciende todos los valores humanos, suprime todos los movimientos de liberación y silencia las bocas del mundo para que no los critiquen. Lamentablemente, existe una gran brecha entre los gobiernos y sus pueblos que se oponen mayoritariamente a esta hegemonía y a la arrogancia representada por las empresas multinacionales, el sistema militar, los medios de comunicación, los lobbys sionistas y otros. No hay lugar a dudas de que los pueblos libres son plenamente conscientes de la naturaleza de este sistema y de sus objetivos, pero carecen del coraje para enfrentarse directa y francamente para disuadirlo.


En medio de estas políticas arrogantes se percibe el estancamiento de los aliados del sionismo con sus sociedades rindiéndose a la ley de la jungla ante la ausencia de un rayo de esperanza para oponerse a ella; las voces en contra son reprimidas, faltan denuncias, y las críticas son ambiguas y lamentablemente las bocas se mantienen calladas. Asistimos a continuas masacres cometidas contra el pueblo palestino por parte del sionismo, apoyado con los dispositivos militares más avanzados, así como con un apoyo incondicional económico, político y de propaganda ilimitada. He aquí la pregunta importante: ¿Dónde está el despertar de la comunidad internacional del que se habló después de la Segunda Guerra Mundial y que estuvo marcado por un renacimiento intelectual y político?
Las manifestaciones en las capitales del mundo están presionando a sus gobiernos como nunca antes para que cambien sus posiciones y asuman la responsabilidad de estos crímenes contra Israel. No hay lugar a dudas después de estos crímenes atroces contra el pueblo palestino, esperamos una posición mundial diferente que apoye las demandas palestinas de un alto el fuego inmediato y la reactivación de acuerdos en una conferencia internacional de paz en el marco de la solución de dos Estados. Pero, lamentablemente, no existe una solución de dos Estados con la presencia del actual gobierno extremista israelí que tiene sus manos manchadas de sangre de niños palestinos, que cree en la anexión del territorio palestino y en la transferencia de su pueblo fuera de las fronteras palestinas.


La lucha palestina de más de 75 años contra la ocupación debe traducirse en la realidad de un Estado Palestino independiente y soberano, cuya capital es Jerusalén Oriental y no se puede aceptar su fragmentación, cueste lo que cueste. La firmeza y el heroísmo de nuestro pueblo fueron el factor decisivo para cambiar la dolorosa realidad. Se requiere una posición clara de Estados Unidos, de Europa y de las NNUU sobre la solución de dos Estados; es necesario el desarrollo de un plan para su implementación. Las cosas están claras, las circunstancias objetivas han cambiado y el equilibrio de poder global también está en proceso de cambio.


Los sacrificios son grandes y dolorosos, pero ese es el destino de los pueblos que se levantan contra la brutal ocupación sionista. Debe producirse un cambio dinámico hacia una civilización sustentada sobre los cimientos de la justicia, la paz, los valores humanos y de sociedades democráticas libres, no dirigidas ni opresivas. El vencedor no debe escribir la historia, debe escribirla el pueblo a través de sus revoluciones y sus logros.

Mahmoud Elalwani