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Tabú masculino: Barreras de género en la prevención del suicidio

Tabú masculino: Barreras de género en la prevención del suicidio

La Paz, 11 de mar 2024 (ATB Digital).- Las muertes por suicidio de hombres superan a las de mujeres, pero estas hacen más intentos. Factores individuales, sociales y de relación con el entorno explican que ellos y ellas afronten este drama de forma distinta.

Un SOS en un encuentro que podría parecer casual. “Me abordan en los pasillos, en el recreo, alguna en el despacho, ‘oye, profe, quiero hablar contigo'”. Más de una década lleva trabajando la psicóloga Natalia Rodríguez Robles como orientadora en colegios e institutos. Escuchando y canalizando los problemas de sus alumnos. Tratando de evitar que sus malestares desemboquen en conductas de riesgo. Cuenta que solo una minoría de esos adolescentes se dirigió a ella por iniciativa propia. “Siempre son chicas”.

Tanto con ese grupo proactivo como con los que recibe -la mayoría- por indicación de profesores e incluso compañeros, la orientadora intenta que expresen su desasosiego. “Las chicas suelen mirarte a los ojos y decirte ‘sí, no estoy bien’. Les cuesta más a ellos, a veces están sorprendidos, no quieren hablar, me he encontrado situaciones en que lo niegan”, concreta.

Decenas de razones pueden contribuir al sufrimiento de un adolescente. Circunstancias personales. Una ruptura de pareja o la separación de los padres. Otras, académicas: exámenes, notas, gestión inadecuada de la autoexigencia. Existen señales de alarma como los cambios de comportamiento y el repentino desinterés por actividades que los apasionaban. Frases preocupantes, “no le importo a nadie, ojalá estuviera muerto”. Conductas de riesgo. “Nos encontramos sobre todo autolesiones y en chicas”. Natalia Rodríguez Robles apunta una intuición. “Los problemas de los chicos son mucho más difíciles de detectar y de confirmar”.


Aunque en rigor no hay que confundir las autolesiones con la intención de quitarse la vida, la diferente gestión del malestar por ellos y ellas insinúa una hipótesis sobre la llamada paradoja de género en el suicidio. Esta se define por dos tendencias dispares. En 2022, entre los 4.227 muertos por suicidio en España hubo tres varones por cada mujer; una proporción invariable y repetida en casi todos los países. Y, sin embargo -aunque no constan datos oficiales-, las cifras conocidas coinciden en que la mayoría de los intentos autolíticos los realizan mujeres.

José Luis Ayuso Mateos, jefe del servicio de Psiquiatría en el Hospital de la Princesa y catedrático en la Universidad Autónoma de Madrid, pone el foco en los adolescentes y adultos jóvenes, de 15 a 24 años. “Es la población que hace más intentos y son más frecuentes en mujeres. No es infrecuente ver personas jóvenes que hacen muchos y, afortunadamente, no fallecen”. Contrapone ese hecho con las tasas más altas de muertes por suicidio, que se registran en ancianos, vulnerables a cualquier ataque a su organismo. Más allá de la estadística, recalca que cada intento es relevante porque avisa del riesgo de otra posterior que podría resultar fatal.


¿Cómo mejorar la prevención? “Hay factores generales: maltrato en la infancia, bullying, contextos de violencia… Si los bajamos, podemos tener una reducción de los intentos. Otros son más difícilmente modificables, como la historia familiar”, desglosa el doctor Ayuso Mateos. En toda la cadena autolítica, de la ideación a la ejecución, pueden influir las enfermedades mentales. “En general, la depresión y los trastornos de ansiedad son más frecuentes en mujeres, son los cuadros que se asocian más con la conducta suicida”, completa este psiquiatra.

Pero esa mayoría de intentos por mujeres no se traslada a los fallecimientos. “Los hombres lo intentan menos, pero lo consiguen más porque eligen un método mucho más letal”, resume Javier Jiménez Pietropaolo, psicólogo clínico con 30 años de experiencia y miembro fundador de la Red AIPIS. Citando estudios de otros países y estudios aislados en España, agrega que “la impulsividad para suicidarse, por norma general, se da más en hombres”. Existen, sin embargo, otros factores.

EL PELIGRO DE LA INTROVERSIÓN
En cuanto a la diferencia de género, hay un tramo de edad significativo, en el que ya no hay tantos intentos como entre los 15 y 24 años. Los hombres y mujeres de 40 a 64 representan, por separado, en torno al 19% de la población total. En 2022 los suicidios de ellos supusieron el 38% de las muertes por esta causa en España; los de ellas, el 12,5%.

“Me parece importantísimo que la gota que colma el vaso en hombres de esta edad es la ruptura traumática de pareja”, afirma Javier Jiménez Pietropaolo. Enumera factores personales que pueden agravarla. Una bajísima autoestima, introversión -“no contárselo a nadie”- y pensamiento dicotómico -“esto es blanco o negro”-. Señala una luz de alarma que parpadea en el dormitorio. El insomnio. “Si tu cabeza está funcionando de manera distorsionada, si encima tienes falta de sueño, hay mucho más riesgo de que realices una conducta suicida”.

Su explicación ilustra por qué el suicidio tiene múltiples causas. La ruptura sería el desencadenante, pero su impacto se ve condicionado por los factores individuales que menciona. Y también por otros sociales. Así, este psicólogo clínico siente que los hombres “educados de una determinada manera que los ha marcado” no suelen buscar herramientas externas. “Aparte de esa impronta de ‘los hombres no lloran’, está la de ‘el psicólogo es un loquero y yo no estoy loco’. Piensan: ‘¿voy a pagar a uno 50/60 euros para contarle mis problemas? Me los soluciono yo’. Con muchísima frecuencia los hombres de cierta edad no recurren a ayuda profesional”.

En la práctica, prosigue, evitan casi cualquier ayuda. “Un problema íntimo, ¿crees que por norma general un hombre se lo va a contar a otro? Tiene que ser muy amigo y tener mucha confianza porque a veces piensan que demuestran debilidad. Y si es en el tema laboral, que les puede afectar o lo pueden utilizar en su contra”, detalla.


José Luis Ayuso Mateos, jefe del servicio de Psiquiatría en el Hospital de La Princesa de Madrid, parte de que los trastornos afectivos tienen la misma prevalencia en hombres y mujeres. Pero algunos varones toman un desvío equivocado. “A veces ese malestar emocional se alivia, no con estrategias adecuadas, sino con otras como consumo de drogas o de alcohol, que está muy generalizado. Y eso, lejos de aliviar la situación, la empeora”, asegura.

Javier Jiménez Pietropaolo, de la Red AIPIS, ve mejor dispuestas a las mujeres de la misma edad. “No se sienten de menos por exteriorizar los problemas, son más flexibles, hablan más, recapacitan más, pueden buscar otras alternativas. Por eso tienen un intento de suicidio y no tienen problema en ir al psicólogo”, resume.

DIFERENTE RELACIÓN CON EL TRABAJO
El psicólogo social José Antonio Llosa Fernández añade a la ecuación, para ese grupo de mujeres, la división tradicional de funciones: ellos, sustentadores; ellas, cuidadoras. “Que tengas culturalmente asignados roles de cuidado, de crianza, supone una relación de altísima dependencia con gente a tu alrededor, que no te puedes permitir no estar aunque estés mal. Eso frena el suicidio y se canaliza a través de otras problemáticas”, afirma.

Este profesor de la Universidad de Oviedo ha investigado cómo inciden la incertidumbre y la precariedad laborales en problemas de salud mental, especialmente depresión, que pueden conducir a una ideación suicida. La triste sombra de la cola del paro se proyecta sobre todos, pero no de igual manera. “En los hombres está clarísimamente relacionado con la trayectoria, con el hecho de que perder mi empleo va a suponer un retroceso en mi carrera, una pérdida de estatus profesional”. Las mujeres, matiza, ya aportan ingresos y desarrollan carreras profesionales similares. Pero su inquietud incorpora otros perfiles. “Hay también una reflexión muy referida a su contexto: a sus cercanos, a su familia. No sólo cómo me afecta a mí sino a los míos”. Una mirada colectiva que protegería.

Frente a ese vínculo y, agravando todo, el aislamiento que en ocasiones acompaña al desempleo. Una habitación con la puerta cerrada a cal y canto. “Si no hay nadie a su lado, cualquier persona va a terminar preguntándose ‘qué hice yo mal’. Si empieza a autocuestionarse, sentirse culpable, no ver salida, es muy fácil que derive en una situación próxima a la depresiva o depresiva directamente. Si estás solo, te puedes hundir muy fácilmente”, explica Llosa Fernández.


Lo mismo sucede con tragedias personales y problemas de salud mental. Las relaciones interpersonales positivas pueden mitigar su daño. El psiquiatra José Luis Ayuso Mateos las presenta como el mejor factor de protección. “La red de apoyo social, familiar, es importante a la hora de afrontar las situaciones de adversidad”.

Natalia Rodríguez Robles, psicóloga y orientadora, se lo explica a esos adolescentes que pasan por su peor momento. “Que la vida a veces es difícil, que nos toca vivir situaciones para las que no estamos preparados. Que busquen sobre todo la manera de hablarlo con alguien, que es liberador. Que no escondan su malestar, las lágrimas, la rabia, la tristeza, que validen que todas las emociones nos están diciendo algo. Y que los que estamos alrededor podamos verlo y nos demos cuenta”. Una puerta abierta, un mensaje, una llamada para romper el asedio del dolor a solas. Derribar las barreras autoimpuestas de silencio también ayuda a prevenir el suicidio.

Fuente: El Mundo

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