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Guardiola elogia la plantilla del Manchester City por su sentido de esfuerzo y solidaridad

Mundo, 6 abr 2024 (ATB Digital).- Los equipos de época suelen gravitar alrededor de grandes figuras. Personalidades rutilantes. Jugadores y hombres con algún encanto o con carisma. Pep Guardiola suele decir que la actual plantilla del Manchester City es la reunión de futbolistas con más sentido del esfuerzo, compañerismo, humildad y solidaridad que ha dirigido en su carrera. Pero si por algo se caracteriza el vigente campeón de la Champions y la referencia absoluta de la excelencia en la Premier es por la ausencia de una estrella cegadora. Lo que más se aproxima a eso es el desabrido Kevin de Bruyne, a sus 32 años, el futbolista más difícil de gestionar del grupo. Un maestro impredecible que este sábado en Selhurst Park comenzó acomodaticio y acabó ajustándose el traje de director de orquesta para conducir al City a una remontada que acabó en fiesta (1-4) a dos días de visitar el Bernabéu en la ida de los cuartos de final de la Champions. “Hoy Kevin ganó el partido”, sentenció Guardiola.

Guardiola retiró del campo a De Bruyne en Anfield, el 10 de marzo, en una jornada marcada por las protestas del sustituido, incapaz de irse al banquillo sin escenificar una revuelta. No fue la primera vez. Tampoco fue una sorpresa que De Bruyne ingresara al campo del Liverpool en actitud displicente. Hace años que el jugador transita una frontera espinosa. Combina la tendencia a engordar con la inclinación al conformismo. Obligado a multiplicar su movilidad por rivales que se cierran cada vez más en respuesta al juego ofensivo del City, el hombre alterna días de abnegación con días de fatiga.

Nadie tiene un golpeo más tenso ni un pase más quirúrgico. Solo es cuestión de que no lo asalten los pensamientos sombríos que le inducen a la melancolía y a una necesidad imperiosa de jugar acomodándose en lugar de asumir la difícil responsabilidad de meterse en los nódulos de presión contrarios para recibir la pelota. ”Cuando le escucho reír en los entrenamientos, cuando veo su lenguaje gestual positivo, me quedo tranquilo porque sé que estaremos en buenas manos”, dijo el entrenador del City al acabar el partido. “Kevin es más expresivo de su estado de ánimo que la mayoría de los jugadores”.

El Crystal Palace se presentaba como la penúltima de una serie de trincheras con concertina en el camino del City. Seis días después de jugar contra el Arsenal, dos días después de recibir al Aston Villa, y dos días antes de viajar a Madrid, el partido del sur de Londres amenazaba como emboscada en el desfiladero hacia el desenlace de la Premier más disputada de la historia. Dirigido por el austríaco Olivier Glasner, el mismo que eliminó al Barça de la Liga Europa en 2022, el Palace luce uno de los bloques bajos más sólidos y bien surtidos de Inglaterra. Uno más en la larga lista de blindados que multiplican su espesor ante las balas del City con cada temporada. Además, lleno de jugadores excelentes como Wharton, Hughes, Eze, Ayew o Mateta. Tíos capaces de armar el contragolpe más preciso y rápido imaginable en el minuto tres para ponerse por delante (1-0) y someter al City a un test de resistencia. A ver de qué madera está hecho.

Guardiola había reservado a Silva y Foden, dos jugadores determinantes en las últimas jornadas. De Bruyne ocupaba el interior izquierda intercambiándose con Grealish, que oficiaba de falso extremo. Contra procedimientos empleados en anteriores campañas, el City no giraba el juego de banda a banda sino que acortaba los cambios de orientación. Pases cortos y giros cortos por el medio constituían la base del ataque. El City cada vez cuelga menos balones desde los costados, ya que los rivales como el Palace han aprendido a defender los centros con tanta acumulación de gente en el interior del bloque que liberan las bandas para invitar a que se los tiren. Eso esperaban de Grealish cuando en el minuto 13 se fue por afuera y volvió por dentro para conectar con De Bruyne. El belga entró por el carril interior y metió el martillo que tiene por pie izquierdo. El balón se incrustó en la escuadra: 1-1.

Guardiola le había dado descanso después del episodio de Anfield. Problemas físicos, alegó el club. “Ha sido una temporada complicada para él, por las lesiones”, explicó el técnico. Este miércoles volvió a la grada contra el Aston Villa. Y en Selhurst Park, de regresó al equipo titular. Con altibajos, a veces en procura de recibir el balón sin trabajarse las ventajas, De Bruyne comenzó el partido en plan marqués y acabó buscando la pelota en posiciones comprometidas, donde la presión del adversario quema, de carril en carril a la espalda de Haaland. “Después de seis años, excepto dormir juntos hemos hecho de todo”, dijo una vez Guardiola del belga. “Le quiero ver coger el balón en movimiento, no al pie, ni quedándose en una posición fija. Le quiero ver moverse para aparecer y contactar”.

Es la gran paradoja de De Bruyne. El mejor tirador a pie parado de la plantilla, y probablemente del mundo, necesita evitar por todos los medios quedarse estático a esperar cómodamente a que le lleven la pelota para no atascar los avances del City. Eso hizo en la segunda parte en Selhurst Park con una exhibición de concentración y agilidad para interpretar todos los escenarios que se formaron, también en defensa. Su pase a Haaland tras el 1-1, una asistencia de 30 metros que rompió dos líneas y no acabó en gol porque el portero sacó la punta de la bota, fue un regalo a los hinchas.

EL PAÍS

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