Mundo, 15 de diciembre 2022 (ATB Digital). – Un estudio genético de gatos de todo el mundo de la Universidad de Missouri, Estados Unidos, ha demostrado que la historia de la domesticación de los gatos se remonta a hace casi 10.000 años y que lo más probable es que el vínculo entre humanos y felinos surgiera a raíz de un cambio en el estilo de vida de nuestros antepasados en la antigua Mesopotamia.
Estrechos vínculos con los gatos
En esa época, los humanos se asentaron en el Creciente Fértil, las zonas de Oriente Próximo que rodean los ríos Tigris y Éufrates, e hicieron el primer cambio de cazadores-recolectores a la agricultura estable. Este cambio revolucionario conllevó a que desarrollaron estrechos vínculos con los gatos que se alimentaban de roedores y que sirvieron para controlar las plagas en las primeras civilizaciones de la sociedad, por lo que los humanos decidieron llevarlos consigo en sus numerosas migraciones por todo el planeta, según el comunicado de prensa de la Universidad de Missouri.
Para llegar a sus conclusiones, un equipo internacional de investigadores examinó los genotipos de más de 1.000 gatos criados al azar en Europa, Asia y África, centrándose en casi 200 marcadores genéticos que establecían vínculos entre zonas y razas.
“Uno de los principales marcadores de ADN que estudiamos fueron los microsatélites, que mutan muy rápidamente y nos dan pistas sobre las poblaciones felinas recientes y la evolución de las razas en los últimos cientos de años”, explica la genetista felina Leslie Lyons, de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Missouri.
Esto demostró que los gatos fueron domesticados por primera vez en el Creciente Fértil, tal y como se sospechaba, antes de migrar con los humanos por todo el mundo.
Signos de “aislamiento por distancia”
Entre otras, el estudio genético también demostró que, miles de años después, los gatos de todo el mundo muestran signos de “aislamiento por distancia”. Por ejemplo, los gatos que viven actualmente en Europa occidental tendrán algunas diferencias genéticas significativas con respecto a los gatos que viven al otro lado del globo, por ejemplo, en el sudeste asiático.
Los investigadores también destacaron las diferencias entre los gatos domésticos (Felis catus) y otros animales, como los caballos y los perros, en lo que respecta a los efectos de la domesticación y la vida en compañía de los humanos.
“En realidad, podemos decir que los gatos están semidomesticados, porque si los soltáramos en la naturaleza, probablemente seguirían cazando alimañas y serían capaces de sobrevivir y aparearse por sí solos gracias a sus comportamientos naturales”, explica Lyons.
“A diferencia de los perros y otros animales domesticados, en realidad no hemos cambiado mucho los comportamientos de los gatos durante el proceso de domesticación, por lo que los gatos demuestran una vez más ser un animal especial”, continuó.
Estudio de enfermedades genéticas compartidas
Lyons, que ha investigado la genética felina durante más de 30 años, dijo que estudios como este también apoyan su objetivo de investigación más amplio de utilizar gatos como modelo biomédico para estudiar enfermedades genéticas que afectan tanto a los gatos como a las personas, como la enfermedad renal poliquística, la ceguera y el enanismo, según el comunicado.
“La genética comparada y la medicina de precisión desempeñan papeles clave en el concepto de ‘Una sola salud’, lo que significa que todo lo que podamos hacer para estudiar las causas de las enfermedades genéticas de los gatos o cómo tratar sus dolencias puede ser útil para tratar algún día a los humanos con las mismas enfermedades”, afirma Lyons.
“Estoy creando herramientas genéticas, recursos genéticos que, en última instancia, ayuden a mejorar la salud de los gatos. Al construir estas herramientas, es importante obtener una muestra representativa y comprender la diversidad genética de los gatos de todo el mundo para que nuestra caja de herramientas genéticas pueda ser útil para ayudar a los gatos de todo el planeta, no solo de una región específica”, agregó.
Fuente: El Deber