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La importancia de que la Calle de las Brujas resguarde crucifijos del siglo XVII.

* MARCO FERNÁNDEZ RÍOS

La Calle de las Brujas resguarda crucifijos del siglo XVII. Lo que empezó como tradición paceña se convirtió en una colección para resguardar el arte sacro nacional, que ahora se expone en una casa republicana de la calle Melchor Jiménez.

El anticuario estaba atiborrado de innumerables objetos antiguos, desde las más pequeñas efigies de la Virgen María y de santos, hasta obras de arte colonial, como figuras del Niño Jesús que estaban en proceso de restauración o las que estaban disponibles para la venta. En el aparente desorden había orden.
Entre la gente que visitaba el repositorio paceño se encontraban María Luisa Morales, quien quería comprar vestimenta para su San Antonio, y unos extranjeros que estaban a punto de adquirir piezas de arte sacro boliviano para llevárselas a su país.

María Luisa no lo pensó dos veces. Habló con el dueño del anticuario, discutió un poco y ofreció más dinero para, finalmente, quedarse con aquellas antigüedades. “Claro que me he peleado, pero no quería que ningún extranjero se llevara nuestras obras fuera del país”, contaba a quienes querían saber cómo comenzó su colección de arte colonial, que este año se convirtió en materia prima para las exposiciones del Espacio Cultural María Luisa Morales.
Las calles Linares y Melchor Jiménez son visitadas por turistas extranjeros y nacionales no sólo por las vestimentas andinas y artesanías, sino también por las tiendas de chifleras, aquellas vendedoras de hierbas medicinales, mesas andinas para la Pachamama y de pociones para atraer dinero, amor y prosperidad. Es por eso que estas vías son conocidas como las Calles de las Brujas.

Ahí, en la Melchor Jiménez —una vía curva que nace en la calle Santa Cruz y termina en la Linares—, varias tiendas preceden a una casa republicana conservada, con paredes de color crema y motivos decorativos verdes. El pasillo dentro de la propiedad, efectivamente, lleva al visitante a inicios del siglo XX, a un patio amplio con piso de piedra, flanqueado arriba por balcones que mantienen recuerdos pasados.

Tres habitaciones de la planta baja invitan a un recorrido por figuras de la crucifixión, que representan el sacrificio y encarnación de fe para los creyentes cristianos. Lo que empezó con un pequeño oratorio, para que las amistades fueran a rezar, se convirtió en el refugio de 40 imágenes que resumen no sólo la tradición católica paceña, sino también los detalles y orígenes de cada obra.

En la primera habitación sobresale un Cristo crucificado con la vista fija al frente, los ojos llorosos y las rodillas sangrantes. El faldón que cubre su cadera tiene bordados antiguos que están hechos a mano. En sus costados hay otros cuatro imágenes similares, cada cual con una característica singular, como el color de pelo natural o sus adornos hechos de plata.

Sonia Morales, hija de María Luisa Morales y heredera de esta colección, cuenta que las obras provienen de las ciudades de La Paz, Cochabamba, Sucre y Potosí. “Más que todo de Sucre y Potosí, porque tenemos la Escuela Potosina que, junto con la Escuela Cusqueña, eran especialistas en estas esculturas”, explica la abogada.
Una figura que llama la atención es el Cristo Dislocado, que muestra a Jesús con los hombros dislocados, la columna en forma de S y las costillas que sobresalen de un torso delgado que, por la crudeza, muestra el sufrimiento por la crucifixión. Es una de las reliquias más antiguas y queridas de la familia, ya que perteneció a la bisabuela Francisca Catacora.

Vestida con una manta blanca que perteneció a su abuela Anselma y un collar de perlas que acostumbraban llevar las cholas paceñas de inicios del siglo pasado, Sonia explica que las obras artísticas están hechas de madera maguey con yeso, de estilo barroco, y datan de los siglos XVII y XVIII. “La mayoría viste ropa de seda antigua, orfebrería plata labrada y otras en filigrana”, dice.

“Mi mamá no ha alcanzado a hacer realidad el museo, pero teníamos la idea y ejecutamos el plan con la limpieza de la casa, inventario de las piezas y estudio para proteger las obras”, cuenta Sonia, quien confiesa que no ejerce el catolicismo de manera activa, pero que aprendió de su madre el respeto hacia las imágenes como obras arte.
De acuerdo con Elisa Rada, antropóloga y principal asesora en el espacio cultural, emplearon dos meses para llevar a cabo el análisis, la selección, el traslado y montaje de la exposición de los crucifijos.

“Nuestro objetivo es difundir, no desde el punto de vista católico, sino que se aprecie el arte y que la gente conozca el sincretismo paceño y las fiestas patronales”, recalca Elisa, quien luce algunas joyas de María Luisa y Anselma, a quienes considera parte de su familia por todo lo que vivieron.

En las otras dos habitaciones, además de los Cristos crucificados, hay efigies de la Virgen María de diversos tamaños y con características muy interesantes en cuanto a terminados, con miradas que parecen ser reales.
Otro detalle que resalta es un menor de edad crucificado y con una corona de espinas en la cabeza, denominado el Niño de la Santa Guardia, obra del siglo XVI. Según Elisa, esta obra cuenta la historia de un niño mártir, quien fue secuestrado en Granada (España) para luego ser ejecutado en una cruz de madera.

Además del propósito de cuidar el arte sacro boliviano, Sonia afirma que el origen de la colección también se debe a su bisabuela, quien pertenecía al estatus social alto de la cholada paceña, que se caracterizaba —además de su poder adquisitivo— porque en sus casas tenían la imagen de Cristo crucificado, el Nacimiento y el Señor de la Sentencia.

La bisabuela no sólo contaba con esas obras, sino que respetaba todas las tradiciones católicas. Por ejemplo, nadie de la familia comía carne los viernes de Cuaresma, mientras que en Semana Santa estaba prohibido escuchar música que no fuera las baladas de Caballería, además de que las mujeres debían salir a la calle vestidas de negro y con un velo para ir a la misa.

Esta rigurosidad fue heredada por su hija, Anselma Góngora, mientras que su nieta, María Luisa Morales, mantuvo la tradición de adquirir y cuidar las efigies religiosas que fue coleccionando desde hace 35 años.
Elisa quedó impactada por toda la obra reunida, más aún cuando empezaron a trabajar en el registro, elaboración de la base de datos y anotación de los detalles de todas las efigies y cuadros artísticos, que terminó un año y dos meses después.

María Luisa no alcanzó a ver materializada la idea del museo, pero Sonia y Elisa terminaron el proyecto, por lo que el Espacio Cultural María Luisa Morales presenta exposiciones de acuerdo con las fiestas patronales, ya que comenzaron en Semana Santa con los Cristos Crucificados, continúan con una muestra de Santiago y terminarán el año con el Niño Jesús y los Nacimientos.

Es inevitable regresar a las habitaciones una y otra vez, pues las imágenes y los cuadros muestran nuevos detalles y nuevas historias que encierra esta casa con halo a religión y tradiciones paceñas.

Centro cultural con exposiciones religiosas

El Espacio Cultural María Luisa Morales presenta exposiciones de acuerdo con las principales festividades católicas y tradiciones paceñas. Este espacio se encuentra en la calle Melchor Jiménez Nº 812, entre las calles Santa Cruz y Linares. Un detalle que llama la atención es su sistema de seguridad, ya que además de los cuidadores tiene alarmas modernas. Este espacio abre sus puertas entre miércoles y jueves, desde las 15.00 y 19.00.

* MARCO FERNÁNDEZ RÍOS ES PERIODISTA Y ESCRITOR

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